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martes, 1 de julio de 2014

¿La ideología ha muerto de éxito?

(Primera página de La novela de la no-ideología)

 
No existe una literatura inocente. Todas las formas de discurso –independientemente de que este sea literario o no– contienen siempre ideología. 

     Con tal premisa nos estamos situando de lleno en una contradicción. Si no hay literatura inocente, porque todo discurso es siempre ideológico, es imposible tener como objeto de estudio lo que anuncia el título de este ensayo: la novela de la no-ideología. ¿Cómo es posible que la sociedad del capitalismo avanzado produzca una literatura sin ideología, si por definición no hay discurso inocente? ¿Existe una literatura, una novela concretamente, no ideológica? ¿Existe una novela exenta de ideología? La presencia de esta contradicción –ideología/no-ideología– es el resultado del debate semántico que el concepto ideología ha generado desde su nacimiento mismo. No en balde Henri Lefebvre había apuntado que «el concepto de ideología es uno de los más originales y amplios introducidos por Marx» aunque por ello es también «uno de los más difíciles y oscuros, aunque el lenguaje corriente lo haya admitido». La oscuridad, no obstante, no es constitutiva del término sino que deriva de su utilización abusiva –sin una definición taxativa previa que le haya otorgado un sentido unívoco– que ha puesto en circulación múltiples significados del mismo significante. El término se ha devaluado hasta tal punto que investigadores recientes han aconsejado prescindir de dicho concepto y sustituirlo por otros que, al no haber sido tan manidos, puedan alcanzar una eficacia mayor y, de tal modo, puedan llegar a ser políticamente más operativos. Un exponente claro de quien aconseja el desuso del concepto ideología es el sociólogo francés Pierre Bourdieu que, como declara en una entrevista concedida a Terry Eagleton, prefiere prescindir del concepto ideología en beneficio de doxa, debido a que aquel «ha sido tan usado y abusado que ya no funciona». Por otro lado, y en esta misma línea, Eugenio Trías considera que la ambigüedad semán tica del término convierte su estudio mismo en una teoría fallida:

«La teoría de las ideologías constituye una teoría fallida por cuanto el término clave de la misma, el término ideología, no se halla definido rigurosamente en aquella obra en que Marx lo emplea profusamente (…). La coexistencia de diferentes sentidos del término ideología constituye, en este caso, un serio hándicap a la afirmación de esa supuesta teoría».

Parece ser que la ideología ha muerto de éxito. Sin embargo y por tratarse de uno de los conceptos más originales –y de los más complejos– de la obra de Marx no deberíamos dejarlo caer en el ostracismo. No solo porque no es cierto que haya devenido una categoría vacía, sino también porque resulta de vital importancia para el análisis de la producción literaria (que es lo que nos ocupa) en íntima conexión con la hegemonía política y cultural. Por ello no solo conviene recuperar la noción ideología; resulta asimismo necesario, con el fin de evitar las tergiversaciones y confusiones que rodean el término, volver a los clásicos del marxismo –esto es: al propio Marx, a Engels y a Lenin– para emplear el término de un modo adecuado a partir de la bifurcación de significado que se produjo dentro de la propia tradición marxista, donde el concepto ideología empezó a emplearse tanto en un sentido epistemológico como político.

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