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jueves, 23 de octubre de 2014

Hacer algo

2 de mayo de 1808. Madrid. El pueblo se echa a la calle. Suenan disparos por todas partes. La Plaza Mayor y la Puerta del Sol están desbordadas. Sucede en El siglo de las luces de Alejo Carpentier. Sofía y Esteban, curtidos de otras revoluciones fallidas y traicionadas, se suman a la multitud. “¡Hay que hacer algo!”, grita Sofía. “¿Qué?”, pregunta Esteban. “¡Algo!”, le responde, y sale a la calle. Simplemente había que hacer algo. No se sabía todavía qué hacer –entre otras cosas porque no habían leído a Lenin–, no se sabía hacia dónde iba a conducir ese levantamiento popular, cómo se iba a articular políticamente. Se sabía que un viejo mundo se descomponía, pero todavía eran incapaces de articular, a la manera gramsciana, una realidad nueva. Pero había que hacer algo. 


También en mayo y también en la Puerta del Sol, aunque aquel día era 15 y habían pasado dos siglos y tres años, quiso Madrid volver a ser rompeolas de todas las Españas (que diría Antonio Machado). El pueblo madrileño respondía a la crisis económica e institucional con la misma voz que Sofía, “¡Algo!”, con la ocupación de las plazas, con el debate en las calles, con su indignación y su decencia. Y se hicieron cosas. Surgió la PAH, surgió 15MPaRato, surgió la Oficina Precaria, surgieron las Marchas de la Dignidad, incluso es posible que se produjera aquello que se proclamaba: que el miedo cambiara de bando. Y surgió Podemos. Y el tercer fin de semana del mes de octubre de 2014 se ha celebrado su Asamblea Sí Se Puede para constituirse orgánica y políticamente, para demostrar acaso que Podemos no es otra cosa que la articulación política de la indignación popular espontánea del 15M, del “¡Algo!” de Sofía. 

Se ha publicado –y no se trata hoy de matar al mensajero– que se han enfrentado en la Asamblea dos posturas muy bien delimitadas: la encabezada por Pablo Iglesias y el grupo promotor de Podemos (Monedero, Errejón, Alegre, Bescansa, etc.) y la impulsada por Pablo Echenique e Izquierda Anticapitalista. La segunda le imputa al grupo promotor que con la propuesta de un único portavoz, que recuerda sobremanera a la figura del secretario general de la vieja política que combaten, no se están sino reproduciendo las estructuras políticas que han conducido al país al abismo. Y que, por consiguiente, hay que inventar estructuras nuevas para tiempos nuevos. Y seguramente tengan razón. Porque si algún día se alcanza el poder, dirán, ya se habrá construido un nuevo modelo de organización que permitirá gobernar de otra manera. Y seguramente vuelvan a tener razón. Pero sucede también que vivimos tiempos de emergencia y que hay que tener sentido de la urgencia. Que hay muchas cosas por hacer y que hay que hacerlas ahora. No se puede esperar el día en que se llegue al poder; hay que llegar al poder ahora. Y para ello hay que coger atajos. Confiar en un liderazgo fuerte que sea capaz de construir la unidad de la diferencia. La experiencia en América Latina puede ser útil: el Partido Socialista Unido de Venezuela, que agrupa muy diversas corrientes ideológicas, pudo contener la fragmentación gracias al poder simbólico de un líder como era Hugo Chávez (cuestión que por el momento Nicolás Maduro está solventado bastante bien). Algo parecido sucede en Alianza PAIS en Ecuador, donde Rafael Correa es el símbolo de unidad indispensable para que la Revolución Ciudadana no se descomponga. A veces los líderes son necesarios, sobre todo cuando la oposición trabaja día y noche para desgastar y hacer emerger contradicciones políticas en el interior de los partidos emancipadores. No olvidemos que es precisamente la unidad lo que está frenando en América Latina la llamada “restauración conservadora”. 


De nada sirve una organización horizontal y democrática si su exterior no lo es. Y no lo es cuando el poder se concentra en unas pocas manos, que son las que gestionan el capital. Se pueden pasar años discutiendo sobre el modelo de organización hasta llegar el pretendido consenso, pero mientras se habla, se argumenta, se discute, se lleva a cabo un ejercicio tan sano y democrático como es un debate abierto, la oligarquía se adelanta por la derecha y sigue trabajando al ritmo urgente que imponen los mercados. Por supuesto que hay que trabajar en organizarse de otra manera, pero lo prioritario –y lo urgente– es tomar el poder. Y hay que hacerlo rápido. De lo contrario, como se dice en El siglo de las luces de Alejo Carpentier, “más que en una revolución parecía que estuviera en una gigantesca alegoría de la revolución”. Basta de palabras, es la hora de la realidad. 



Que el liderazgo de Pablo Iglesias haya salido reforzado de la Asamblea de Podemos es una buena noticia para Podemos, pero también para el país, si de lo que se trata es de disputar el poder, no de hacer alegorías de la revolución. Porque, en definitiva, como decía Víctor Hugues, otro de los protagonistas de la novela de Alejo Carpentier, “una revolución no se razona: se hace”. Y, en efecto, no se trata de otra cosa: “¡Hay que hacer algo!”, “¿Qué?”, “¡Algo!”. 

David Becerra Mayor // La Marea (edición digital) (20/10/2014): http://www.lamarea.com/2014/10/20/hacer-algo/

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