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lunes, 8 de diciembre de 2014

Nos quieren en soledad, nos tendrán en común



Volanderas de Víctor García Antón 
(Tres rosas amarillas)

No hay cronotopo. Podría suceder en cualquier lugar y en cualquier momento. Lo mismo en una sociedad futura, en la que se ha iniciado un proceso de transformación post-capitalista, donde la democracia funciona como un instrumento ciudadano, aunque pudiera ser también una de las plazas que, a lo ancho de la geografía española, se ocuparon el 15-M, o incluso el relato podría conducirnos a finales de la década de los sesenta cuando se constituyeron los movimientos vecinales en el antifranquismo. Tampoco hay protagonistas y el tono de la narración recuerda un acta redactada tras una reunión. No es un relato coral, sino colectivo.

Volanderas de Víctor García Antón está compuesto por un conjunto de textos que cuentan cómo se va construyendo un colectivo, cómo van organizándose a medida que van aprendiendo a vivir de otra manera, adaptando sus intereses individuales al bien común; pero Volanderas muestra también el modo en que este sujeto colectivo se va narrando a sí mismo en oposición a los otros, a aquellos que habitan en los barrios altos, donde acuden a veces a recoger de sus basuras mobiliario para su local. Por medio de la lectura vemos una comunidad recuperando la ciudad, conquistando espacios, organizando talleres en los descampados, empoderándose, tomando decisiones sobre aquello que les rodea y les afecta. Debatiendo, consensuando. Argumentando si conviene iluminar el parque infantil con una hilera de bombillas de colores o si es preferible gozar de la oscuridad para seguir contemplando las estrellas. Nada es ajeno a la toma de decisiones colectivas.

Pero no están solos en el mundo. Afuera, en los márgenes de sus espacios liberados, sigue existiendo la hostilidad. Sufren incursiones de bandas juveniles que, como nunca encuentran nada de valor, deciden destrozarlo todo. Las autoridades acuden al lugar para investigar lo ocurrido. Y como tampoco encuentran nada, también deciden destrozarlo todo. No sabemos a quién obedece la autoridad, pero parece que siempre interviene en contra de las necesidades del protagonista colectivo de Volanderas, alzando alambradas para aislarlos, para impedir que contacten con los otros barrios, o bien promoviendo desalojos vecinales.

Por medio de la cita que se hizo célebre en el Patio Maravillas, “Nos quieren en soledad, nos tendrán en común”, Volanderas nos habla de la solidaridad cotidiana que nace en un barrio habitado por unas personas que han decidido que no quieren vivir nunca más solos, que saben que no hay vida más plena que la que surge de los lazos, de los vínculos afectivos, que establecen con sus vecinos, con sus iguales. Volanderas es un cántico a la comunidad, aunque haya quien todavía quiera hacer caso omiso al colectivo: “Pensábamos que las hojas volanderas eran útiles para los vecinos y queríamos saber por qué ellos no las leían. ‘¿No os interesan?’, preguntamos. ‘Para el fuego’, dijeron”. Si al menos no sirven para elevar su conciencia, al menos las volanderas les sirven para protegerles del invierno. Como la literatura.

David Becerra Mayor // Publicado en Mundo Obrero, nº 279 (diciembre, 2014)

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