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viernes, 20 de marzo de 2015

50 sombras de Grey: erotismo de autoayuda

Espiando una conversación en el autobús, escucho cómo una mujer –que roza los sesenta– le cuenta a su compañera de viaje: “Cuando leo Cincuenta sombras de Grey, pienso en Pedro Sánchez”. Una confesión de esta índole bien podría servir para reafirmar que, en efecto, la novela E. L. James no es sino “pornografía para mamás”; pero, más allá de etiquetas, la pregunta que debemos formularnos es: ¿Por qué gusta tanto Cincuenta sombras de Grey, principalmente entre mujeres mayores de 30 años?, ¿a qué se debe el éxito de una novela que convierte el sadomasoquismo en el verdadero protagonista de su trama? La socióloga y crítica literaria Eva Illouz nos da la respuesta en Erotismo de autoayuda: Cincuenta sombras de Grey y el nuevo orden romántico (Clave Intelectual/Kats, 2014).
Para dar con la respuesta, Illouz expone, en primer lugar, una suerte de teoría del best seller donde, además de historizar el género, trata de explicar los motivos por los que unos libros, y no otros, se convierten en auténticos fenómenos de masas. Para Illouz, un libro logra ser un éxito de ventas cuando se define “por su capacidad de captar valores y actitudes que, o bien ya son dominantes y están ampliamente institucionalizados, o están suficientemente difundidos para que un medio cultural pueda presentarlos como corrientes”. Esto es, cuando el texto expresa lo que muchas personas quieren decir, pero acaso no se atreven a hacerlo.
Hay novelas, en la opinión de Illouz, que resultan muy “apropiadas” para su sociedad y, en consecuencia, cosechan un enorme éxito. Dicen aquello que la sociedad quiere oír. Son normalmente novelas que plantean un problema compartido por el grueso de la sociedad y, además, tratan de resolverlo en el mismo texto. A la manera de los cuentos folklóricos, los best sellers ofrecen guías para resolver simbólicamente las contradicciones sociales. Tanto la cultura popular, como los best sellers, muestran “cómo deben hacerse las cosas” en un orden social difícil y caótico.
Ahora bien, ¿cuáles son las contradicciones, los problemas compartidos, que Cincuenta sombras de Grey capta y resuelve simbólicamente? A partir de la lectura de Erotismo de autoayuda de Eva Illouz, podemos afirmar que la famosa trilogía se construye principalmente sobre tres ausencias/nostalgias que se vuelven problemáticas para el yo moderno. La primera ausencia tiene que ver con los vínculos afectivos, cada vez menos sólidos en una sociedad en extremo individualista e individualizada como es la del capitalismo avanzado. Decía Juan Carlos Rodríguez, analizando la poesía de Javier Egea, que “el amor es imposible en un mundo imposible”, y es justamente esa imposibilidad –esa ausencia del amor– la que vuelve problemática la sexualidad entre sujetos contemporáneos. A lo largo del siglo XX, apunta Illouz, se pasó de la sexualidad reproductiva a la sexualidad recreativa, convirtiéndose el placer en el sustituto de la reproducción como meta de la sexualidad. Nace entonces la “sexualidad serial” que, en palabras de Eva Illouz, es “una sexualidad en la que las experiencias sexuales se acumulan” y, por consiguiente, “la sexualidad pasó a distinguirse cada vez más de los sentimientos y del amor”.
Cincuenta sobras de Grey capta esta problemática y la literaturiza. Es por ello que late, en sus páginas y en la versión cinematográfica, una nostalgia por el sexo con amor, tradicional y monogámico, revestido de romanticismo, que es lo que persigue Ana, su protagonista, a lo largo de la trama. Christian Grey dice: “Yo no tengo novias […]. Yo no hago el amor. Yo tengo sexo… duro”. El sexo aparece en efecto disociado del amor, de una estabilidad afectiva en un marco de continuidad; o, como dice Illouz, “el sexo no lo involucra a él ni sus intenciones, emociones o proyectos. Christian, por lo tanto, es esencialmente compromisofóbico”. Y aunque en un primer momento Ana asimila y asume esta concepción de la sexualidad –”No hacemos el amor: follamos”, confiesa– en realidad interpreta su relación con Christian como conflictiva y, por ende, su meta no será otra que llenar con el significado “amor” ese significante vacío en que se ha convertido la “sexualidad” en la sociedad contemporánea.
Sobre la nostalgia del amor y de los vínculos afectivos, problemáticos en una sociedad individualizada, donde el otro no es sino sostén del propio placer, se edifica Cincuenta sombras de Grey. Que la versión cinematográfica de Cincuenta sombras de Grey se haya estrenado en la víspera de San Valentín no puede ser casualidad; más bien le confiere un enorme sentido: aunque aparentemente se trate de una película con una alta carga erótica, y aun pornográfica, en realidad no es otra cosa que una historia de amor, de la posibilidad de encontrar –o construir– el amor en un mundo donde el amor es imposible.
La segunda ausencia que articula Cincuenta sombras de Grey es la de la dominación masculina. Esta segunda ausencia acaso responda una pregunta crucial, que asimismo se formula Eva Illouz, que ciertamente un fenómeno como este nos obliga a plantearnos: “¿Por qué la masculinidad tradicional sigue provocando placer en la fantasía? En otras palabras, ¿por qué algunas fantasías de mujeres siguen atrapadas en el patriarcado?“. Según expone la autora de Erotismo de autoayuda, una vez la mujer –a través de las luchas feministas– ha conquistado cierta posición de igualdad respecto a los hombres, el sexo sale malparado. La igualdad genera –prosigue Illouz– incertidumbre, ambivalencia, ansiedad, al no estar la sexualidad previamente dada, como fruto de una imposición masculina, sino al requerir el acto sexual una negociación entre dos sujetos iguales. Ya no hay rapto sino pacto, y la negociación mata la emoción, la espontaneidad y la inmediatez. Además, la libertad conduce a los distintos individuos a entrar en competencia erótica con los demás para “conquistar” el cuerpo deseado. Y quien no gana en la competencia, sale herido, debilitado e inseguro –como inseguros son los dos protagonistas de Cincuenta sombras de Grey. Frente a la mercantilización del deseo en el campo de la libre competencia libidinal, la dominación patriarcal constituye un espacio de seguridad en un mundo cada vez más hostil, basado en la competencia constante, parece decirnos el celebrado best seller.
Como apunta Eva Illouz, se trata de “una añoranza del patriarcado, no porque las mujeres añoren la dominación en sí sino porque añoran el adhesivo y los vínculos emocionales que acompañaban, ocultaban, justificaban y hacían invisible la dominación, como si fuera posible separar la actitud protectora de los hombres del sistema feudal de dominación en el que los hombres concedían esa protección”. Cuando la protección que otorgaba una relación de dependencia desaparece, nacen los miedos y las inseguridades en sujetos femeninos débiles, que añoran ser poseídas y controladas por alguien que represente esa “masculinidad tradicional”. En la sumisión resuelven sus inseguridades. Esta problemática recorre buena parte de la trama de Cincuenta sombras de Grey.
La tercera ausencia está estrechamente relacionada con la presencia de las prácticas sexuales BDSM (esclavitud, disciplina, sadismo y masoquismo, por sus siglas en inglés). ¿Por qué, para manifestar su nostalgia por la monogamia y la dominación patriarcal, Cincuenta sombras de Grey acude al sadomasoquismo para armar su trama narrativa? La sociedad moderna, donde hombre y mujer intercambian constantemente sus roles de género, al haber desparecido, al menos aparentemente, la dominación masculina, genera confusión en los individuos sobre la función que deben desarrollar en la sociedad. La confusión provoca angustia en unos individuos que creen vivir en un orden caótico marcado por la falta de definición de sus roles de género. Esta nueva problemática se resuelve simbólicamente en Cincuenta sombras de Grey a través del BDSM, ya que como dice Illouz, “al fijar los roles claros no asociados a identidades, el BDSM proporciona la certeza que deriva de los roles ya conocidos sin regresar a la desigualdad de géneros tradicional”. Esta nostalgia por los roles de género puede quedar resuelta, a través del sadomasoquismo, sin la necesidad de acudir a un tiempo pasado, que a su parecer fue mejor.
Sobre estas tres ausencias/nostalgias se construye, según el ensayo de Eva Illouz, Erotismo de autoayuda, la famosa trilogía –y por extensión su versión fílmica– Cincuenta sombras de Grey, un best seller que no sólo capta problemáticas habituales en la vida cotidiana del grueso de sus lectores –y trata de resolverlas simbólicamente–, diciendo lo que todos piensan pero nadie se atreve a decir, sino que además proporciona instrumentos para vivir de una forma más placentera su sexualidad. En Cincuenta sombras de Grey, aunque el sexo sea explícito, sus escenas no están encaminadas a la excitación de sus lectores, sino a su instrucción. Como dice Illouz, Cincuenta sombras de Grey no está destinado a un lector solitario, que emprenda prácticas masturbadoras con la lectura, sino un lector que busca aprender, «llevarse algo» de la lectura. Cincuenta sombras de Grey funciona como un libro de autoayuda que le ofrece a sus lectores –a sus lectoras– “técnicas y recetas que cada uno puede incorporar a su propia vida sexual”. Los lectores salen de los best sellers con la sensación de haber aprendido algo que poder aplicar de inmediato en su vida cotidiana, que se volverá más fácil y más placentera tras el ejercicio de lectura.
En este sentido, Cincuenta sombras de Grey –concluye Eva Illouz– funciona como el perfecto manual de autoayuda que nace con la sociedad contemporánea, si bien, en este caso, adquiere forma novelística: “La autoayuda no es sólo un segmento del mercado: es toda una nueva modalidad de la cultura; es decir, constituye una nueva manera en que el individuo se conecta con la sociedad. Y como la modernidad entraña una gran dosis de incertidumbre acerca del propio valor y de las normas y la moralidad que deben guiar las relaciones, la autoayuda pasa a ser una de las vías principales de la conformación del yo”.
El best seller ha cumplido su función: hacer creer que el conflicto se encontraba en el interior del individuo y que el problema se puede resolver individualmente. Pero nada en realidad ha cambiado después de la lectura, ya que el problema sigue estando allí fuera.

David Becerra Mayor // Publicado en La Marea (25 de febrero de 2015). Fuente: http://www.lamarea.com/2015/02/25/cincuenta-sombras-de-grey-erotismo-de-autoayuda/

2 comentarios:

  1. Enhorabuena. Es la primera vez que leo un artículo en el que se reflexiona sobre lo que hay detrás de todo este "Boom" con las Cincuenta Sombras de Grey y por que triunfa tanto en mujeres mayores de 30 años. Una muy interesante reflexión.

    De todas formas, para mi que hace años que soy abuela, es más recomendable el audiolibro que la propia novela.

    Dejo el enlace por si a alguien le interesa...
    http://audioteka.com/es/audiobook/cincuenta-sombras-de-grey

    Buen trabajo, David.

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    Respuestas
    1. Un artículo muy profundo y que hace reflexionar sobre la psicología femenina... Muy recomendable. Anónima, no sabía de la existencia de estos audiolibros que comentas... Lo tendré en cuenta.

      Gracias al autor por la aportación.

      Saludos.

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