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martes, 2 de junio de 2015

"El silencio es siempre una forma de complicidad con el poder". Entrevista en MO sobre La Guerra Civil como moda literaria

David Becerra Mayor es suficientemente conocido en las páginas de Mundo Obrero: entre otras cosas, nos ha recomendado algunos libros que demuestran que otra literatura es posible… También lo conocemos por su trabajo en la Fundación de Investigaciones Marxistas como responsable de la Sección de Estética y Literatura, por la magnífica edición crítica de La mina, de Armando López Salinas y por sus colaboracion es en distintos medios de prensa escrita como La marea, El confidencial o El telégrafo, de Ecuador, además del ya citado Mundo Obrero. David Becerra es doctor en Literatura Española por la Universidad Autónoma de Madrid, autor de numerosos artículos de crítica literaria en revistas especializadas sobre La Celestina, El Quijote y la producción literaria de Quevedo, Torres Villarroel, Pérez Galdós, García Lorca, Max Aub o Miguel Hernández. Autor de los libros Qué hacemos con la literatura (con Raquel Arias Careaga, Julio Rodríguez-Puértolas y Marta Sanz) y La novela de la no-ideología y acaba de publicar su libro La guerra civil como moda literaria, con un prólogo de Isaac Rosa, en el que entra a fondo en la novela española escrita entre los años 1989 y 2011, diseccionando temas, argumentos y contradicciones para validar el título de este brillante ensayo.

Mundo Obrero: Primero, una apreciación global sobre este último libro. La cubierta, la dedicatoria a Armando López Salinas, las citas que aparecen al principio, el prólogo de Isaac Rosa, los cuadros gráficos con los títulos de las novelas, autores, fecha de publicación… Denota, en todo momento, un trabajo riguroso y un compromiso claro e imagino que te sentirás satisfecho…
David Becerra:
Sí, es fruto de un enorme trabajo, de casi cuatro años de investigación, lecturas y reflexión sobre cómo nos está contando la Guerra Civil la novela española actual. Las citas que abren el libro -la de Walter Benjamin y la de Macherey y Balibar- son muy representativas no sólo del objetivo marcado, sino también del marco teórico en el que se ha desarrollado la investigación; los cuadros gráficos y la configuración de un corpus narrativo que pretendiera incluir el mayor número -el objetivo era la totalidad- de novelas publicadas sobre la Guerra Civil en las dos últimas décadas responde a la voluntad de presentar un libro lo más riguroso y exhaustivo posible. Pero, como señalas, en la producción de este libro también han participado otras personas que sin duda han mejorado su resultado. El trabajo de edición de Lourdes Lucía, la editora de Clave Intelectual, ha sido importantísimo, no sólo por haber confiado en este texto para ofrecerlo a la esfera pública; el diseño de cubierta de Javier Díaz Garrido, inspirado en un famoso cartel de la Guerra Civil, es inmejorable; el prólogo que Isaac Rosa le regala al lector, recoge a la perfección el sentido de esta obra; todo ello ha contribuido a hacer del libro un mejor libro. Y la dedicatoria a Armando López Salinas no sólo es un homenaje y un recuerdo, sino también una forma de señalar la huella histórica que nos ha dejado, que nos permite pensar, incluso hoy, donde late una desconfianza hacia la capacidad emancipadora de la literatura, que otra literatura es posible porque otra literatura ha sido posible, y sus novelas son una prueba de ello porque la literatura puede intervenir en lo público y no sólo refugiarse en los ámbitos de lo privado; porque la literatura también puede visibilizar las contradicciones radicales del sistema capitalista, no sólo desplazarlas. Recordar a Armando no es sólo recordar la magnífica persona y magnífico militante que fue, sino también todo lo anterior.

M.O.: ¿Qué es lo que pretendes con esta obra?
D.B.:
Invitar a la reflexión sobre cómo se está reconstruyendo la Guerra Civil desde la novela española actual. Observar cómo, en estos textos narrativos, el pasado histórico se despolitiza, se desplazan las tensiones políticas y sociales a favor de una lectura de los conflictos en clave individual, psicologista o moral. En estas novelas hay muy poca Guerra Civil -entendida en un sentido histórico y político-, porque no funciona sino como escenario o telón de fondo. Pretendía mostrar esto y acaso también advertir que no podíamos dejar nuestra memoria en manos de novelistas a quienes poco o nada les interesa la Historia, o les interesa superficialmente y sólo para construir una atractiva trama narrativa. Hay que trabajar más la memoria histórica, articularla políticamente, para que la clase dominante no se apropie de nuestro pasado, para que no sean ellos quienes cuenten nuestra historia.

M.O.: El año 1989 tiene un significado histórico en la narrativa, en este caso la española y por eso, las novelas que estudias son las publicadas a partir de esa fecha…
D.B.:
Es el año en que cae el muro. Dos años después se descompone la Unión Soviética. Los ideólogos del capitalismo aprovecharon la coyuntura para celebrar que habíamos alcanzado el Fin de la Historia. Con el fin de su última antinomia, el capitalismo ya podía presentarse como sistema-mundo, contar que más allá del capitalismo no había nada ni alternativa posible. Además, se asumió que en el capitalismo ya no había conflictos ni contradicciones. Este discurso lo interiorizan nuestros novelistas que, a partir de la fecha, empiezan a omitir lo político y lo social de sus novelas. También ocurre esto en las novelas sobre la Guerra Civil. Son novelas que funcionan como un operador privilegiado de legitimación y reproducción de esta ideología.

M.O.: ¿Qué significa que la Guerra Civil es un género literario o un subgénero de la novela histórica?
D.B.:
Dos cosas, que además son contradictorias. La primera, que creo que se puede asumir con cierto optimismo, es una señal clara de que la sociedad española ya no es la misma de la Transición, que la sociedad española ya no acepta el silencio ni el olvido. Que se publiquen tantas novelas sobre la Guerra Civil no puede sino leerse como un síntoma de que la sociedad española quiere romper el pacto de silencio y quiere conocer su pasado. Sin embargo, cuando se leen estas novelas no podemos sino rebajar la euforia. Porque estas novelas apenas nos dicen nada de nuestro pasado, nos hablan más de nosotros mismos que de nuestra Historia, de conflictos como pueden ser los de un sujeto individualizado del presente capitalista, pero ubicado en un pasado histórico como el de la Guerra Civil. Estas novelas, definitivamente, no sirven para conocer mejor nuestro pasado ni, mucho menos, para que el conocimiento de nuestro pasado pueda contribuir a cambiar radicalmente el presente, que es para lo que debería servir la memoria en un sentido fuerte, benjaminiano.

M.O.: ¿Qué se oculta cuando la guerra civil es un pretexto o un escenario para una novela?
D.B.:
El silencio es siempre una forma de complicidad con el poder. Por eso resulta tan importante, en la crítica literaria, no tanto mostrar qué dicen las novelas, sino qué callan. Estas novelas sobre la Guerra Civil -o el grueso de ellas- silencian, u ocultan, el significado histórico de la Guerra Civil, sus contradicciones radicales, sus tensiones, su conflicto de clase, etc. Pero se silencia también la continuidad que existe entre el pasado vencedor y su presente heredero, se silencia que quienes vencieron, los vencedores del conflicto, siguen ocupando hoy una posición de dominación de clase en la actualidad. Silenciar eso no puede leerse sino como un gesto de complicidad con el poder.

M.O.: ¿Crees que las novelas sobre la Guerra Civil están usurpando la memoria histórica?
D.B.:
Decía Walter Benjamin que vivimos en un instante de peligro cuando la clase dominante se apropia de la Historia; cuando eso ocurre, sigue diciendo el marxista alemán, significa que ni los muertos están a salvo, y que el verdugo no ha cesado de vencer. Creo que vivimos en ese instante de peligro. Estas novelas lo certifican.

M.O.: ¿Cómo debería ser una novela sobre la guerra civil?
D.B.:
El trabajo de un crítico literario no creo que tenga que ser normativo, sino descriptivo. La función de este libro no es señalar las pautas que tiene que seguir un novelista para escribir sobre la Guerra Civil, sino analizar cómo se está literaturizando en la actualidad. Creo que tienen que ser los novelistas quiénes diriman cómo tienen que ser sus novelas; la función del crítico es analizar esos discursos públicos llamados "literatura" y, en el caso de un crítico literario marxita, observar el potencial emancipador o, al contrario, la capacidad inmovilizadora de esos discursos. Ahora bien, creo que este libro sí podría leerse como el perfecto manual de cómo no se debe escribir una novela sobre la Guerra Civil. Al señalar cuáles son los caminos que han explorado nuestros novelistas, y demostrar lo estériles que son para la transformación política, quizá podría servir para que otros novelistas traten de explorar otras vías.

M.O.: En el libro, analizas en profundidad la ideología del capitalismo avanzado, es decir, el postmodernismo…
D.B.:
Ya lo decía Jameson: la posmodernidad es la lógica cultural del capitalismo avanzado. Se trata de ver cómo esta moda literaria de la Guerra Civil asume ciertos postulados posmodernos, algunos de los cuales ya los hemos señalado: el fin de la Historia, la invisibilización de la huella de lo político y lo social a favor de una visibilización del conflicto en términos de individualidad, el creer que vivimos en el mejor de los mundos posibles, sin contradicciones ni conflictos, etc. La postmodernidad, lejos de ser la cara estrambótica de la modernidad, forma parte del discurso de la ideología dominante.

M.O.: Esos elementos de la ideología dominante tú los concretas en la despolitización y aideologismo, la descripción fratricida del conflicto y la construcción neohumanista de la Historia. ¿Puedes citar algunos pasajes de estas novelas?
D.B.:
Se entiende por neohumanismo la concepción en la cual se tilda de accidental o superficial un suceso histórico –en este caso, la Guerra Civil- que, en tanto que accidental, nada altera la verdad esencial de los hombres: pueden estar divididos por ese accidente llamado Guerra Civil, pero desde su interior, su esencia, se igualan. No importa quién es víctima o verdugo, lo que se tacha de superficial; en el fondo, son dos seres humanos iguales. El neohumanismo es una fórmula muy efectiva de despolitizar la Historia. Esta lógica está en múltiples novelas y son un ejemplo claro Soldados de Salamina de Javier Cercas, La mula de Eslava Galán o El lector de Julio Verne de Almudena Grandes. El fratricidio –entender la Guerra Civil como un enfrentamiento entre hermanos y no entre clases o posiciones políticas- está muy presente también en nuestra narrativa; un ejemplo claro es La noche de los tiempos de Antonio Muñoz Molina, como se comprueba desde el nombre mismo del protagonista, Abel, que nos remite al fratricidio bíblico. Podríamos hacer un catálogo de novelas donde se ponen en funcionamiento estos mecanismos de despolitización del pasado, pero supondría casi una total reescritura del libro, donde se analizan detenidamente estas estrategias ideológicas que están presentes en las novelas sobre la Guerra Civil escritas en la actualidad.

M.O.: Dices que el pasado, en la novela española actual, no es más que la construcción nostálgica de un tiempo que ya no nos pertenece. Sin embargo, ese pasado es parte de nuestra historia…
D.B.:
Claro que nos pertenece, pero la novela convierte el pasado en un episodio muy lejano, que nada tiene que ver con nuestro presente. Lo que ocurre es que, con estas novelas, miramos el pasado como quien mira el espejo reluciente de Jameson. Un espejo donde queremos ver nuestro rostro reflejado, pero nos lo impide un destello de luz, cegador; no podemos reconocernos en el espejo, como difícilmente podremos reconocernos en el pasado a través de estas novelas. Estas novelas no nos permiten vernos el rostro y a la vez nos hechizan, nos hacen creer que el pasado fue un tiempo para aventuras de pasión y muerte. Esta construcción del pasado nos desactiva como lectores, nos impide relacionarnos de forma activa con el pasado; en este sentido, lo vemos como algo ajeno, que no nos pertenece.

M.O.: Pero está claro que a la ideología dominante se la combate con pensamiento crítico alternativo, con políticas de transformación social, con programas educativos que no oculten la Historia… Hay que desenmascarar esa gran mentira de que el postmodernismo es la alternativa al capitalismo…
D.B.:
Hay quien celebra la postmodernidad, pues la entiende como la posibilidad radical de cuestionar nociones clásicas como verdad, totalidad, etc., que asimismo se interpretan como estructuras represivas, pues desde siempre han estado construidas por el poder. Y posiblemente tengan razón. Sin embargo, al renunciar a la verdad, a la posibilidad de ambicionar el conocimiento en su totalidad, de aprehender la totalidad del mundo desde la ciencia y el conocimiento, en realidad estamos renunciando también a transformarlo. Ya lo decía David Harvey: cómo nos vamos a comprometer con algo si ni siquera podemos tener certeza de su existencia.

M.O.: Y no podemos olvidar la importancia de la Literatura. Por eso, podemos estar de acuerdo con Isaac Rosa en que seguimos esperando la gran novela sobre la Guerra Civil…
D.B.:
Ahora que el capitalismo, su ideología, su sistema de valores, está en crisis, ahora que la correlación de fuerzas ha cambiado, quién sabe si seremos capaces de establecer otra relación con el pasado, de construir otra noción de memoria, lograr disputar la hegemonía y, tal vez, poder escribir otro relato de la Guerra Civil que no sea el que hoy es dominante.

M.O.: “Que nos ayude a saber de dónde venimos, quiénes somos, cómo hemos llegado hasta aquí, y cómo podemos transformar nuestro tiempo”…
D.B.:
Acertadas palabras de Isaac Rosa en el prólogo, pues no se trata de otra cosa: de conocer el pasado para poder conocer el presente para transformarlo.

M.O.: Frente a los planteamientos de la inmensa mayoría de las novelas sobre la guerra civil, tú consideras que el pasado que se perdió en la guerra civil fue el de la posibilidad de construir una presencia revolucionaria en España.
D.B.:
Hay un pasado que venció y que hoy forma parte de nuestro presente, y hay un pasado frustrado, no amortizado, que hoy está olvidado y silenciado. No sabemos qué hubiera sucedido si ese pasado derrotado no hubiera perdido la guerra y formara parte de nuestro presente. Lo que sí podemos conocer es lo que ocurrió y asimismo podemos reconocer la continuidad que se establece entre la Guerra Civil y nuestro presente. Este libro, además de ser un libro de crítica literaria, que lo es, de ser un poco de teoría de la literatura y un poco de Historia, yo lo reivindico también como un libro político. Porque, además de analizar estas novelas –o precisamente, porque se analizan estas novelas- propone otra forma de relacionarnos con el pasado, otra forma de articular políticamente la memoria. Este libro es un libro que llama a la ruptura a través de la memoria, a la necesidad de construir una noción revolucionaria de memoria que busque no sólo recordar el pasado sino cambiar el presente desde nuestra Historia. Este libro busca convocar a nuestros muertos en este aquí y ahora para, con ellos, junto a ellos, transformar el presente, que no es sino pasado vencedor.

Pues nos quedamos con esa crítica revolucionaria que denuncia la liquidación de la historicidad y reivindica la capacidad de trasformar el presente por medio de la rememoración del pasado. Porque no aceptamos el fin de la historia, ni que ésta sea un conjunto fragmentado de relatos inconexos. Porque podemos pensar la Historia, porque podemos escribir otra literatura, mantenemos nuestro compromiso por la transformación social. Y David Becerra Mayor lo hace en este nuevo libro, imprescindible para profundizar en las claves de la ideología dominante del capitalismo avanzado.

Ana Moreno Soriano // Mundo Obrero, nº 283 (abril 2015). Fuente: http://www.mundoobrero.es/pl.php?id=4725

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