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lunes, 13 de junio de 2016

Obreras en el salón de té - Tea Rooms de Luisa Carnés.

José Durán Rodríguez

Cuatro trabajadoras –Trini, Antonia, Felisa y Matilde– discuten si seguir adelante con una protesta que han elevado tímidamente ante la empresa por una decisión que puede afectar a sus vacaciones. Antonia, la mayor, duda y esgrime un argumento que disuade a las demás de continuar con la queja: la perspectiva de un despido en unos momentos en que la crisis del trabajo se agudiza en el mundo entero no es nada agradable. El miedo, siempre el miedo.
La escena, tan actual, es un pasaje escrito por Luisa Car­nés en su novela Tea rooms, publicada en 1934 y recuperada ahora por la editorial Hoja de Lata.
"Si cerramos los ojos, a pesar del tiempo transcurrido, 82 años, hay muchas cosas que nos suenan actuales. Es una novela que cualquier lector podría entender como un libro escrito en nuestros días y no en los años 30", considera Antonio Plaza, profesor de Historia jubilado e investigador sobre cultura republicana y exilio, autor del epílogo de esta nueva edición de Tea rooms.
Esa plena vigencia temática y de enfoque es uno de los valores que Plaza destaca en la prosa de Carnés, a la que se atreve a calificar como "la mejor escritora del grupo de narradores del 27", aunque su nombre sea uno de los más desconocidos.
"Es una de esas novelas olvidadas de los años 30 que han sido borradas del canon", opina David Becerra Mayor, doctor en Literatura Española y autor de La Guerra Civil como moda literaria (Clave Inte­lectual, 2015), quien reconoce a Diagonal que tiene la sensación y la sospecha de que lo que considera "la invención del 27" ha servido "para ocultar a una generación de novelistas críticos, sociales, que retrataron de forma realista el periodo republicano. En la construcción de ese olvido, Luisa Carnés ha sido doblemente olvidada: por comunista y por mujer".
Nacida en 1905 en Madrid en el seno de una familia muy humilde, Carnés dejó la escuela a los once años para ponerse a trabajar en un taller de sombrerería. Después sirvió en un salón de té, donde sin duda acumuló experiencias que plasmaría en Tea rooms, su segunda novela tras Natacha (1930). En 1928 había debutado con Peregri­nos de calvario, una recopilación de tres relatos cortos. La precocidad y el ser prácticamente autodidacta son dos de los rasgos de su carrera. El compromiso sería el tercero.
En Tea rooms enfocó a modo de lupa de aumento –novela reportaje era el subtítulo original de la obra– las problemáticas de las trabajadoras, sus dificultades para la conciliación, los escasos salarios, la explotación y la marginación. "Es una defensa de la mujer trabajadora, consciente", afirma Plaza, que subraya de la novela "el papel que la autora reclama a la educación y al trabajo como elementos básicos para que las mujeres puedan ganar espacios y sentirse más cercanas a los hombres en derechos y condición de ciudadanas".
Poco después de la aparición de Tea rooms, Carnés comenzó a colaborar en distintas publicaciones como la revista Estampa y el periódico Ahora. También se acercó políticamente al Partido Comu­nista y, tras el golpe de Estado del 18 de julio de 1936, colaboró con Mundo Obrero y Frente Rojo. En mayo de 1939 tomó un barco en Francia con destino a México, de donde nunca regresaría y donde siguió publicando relatos y novelas. En 1964 falleció en un accidente de tráfico.
Plaza entiende que "las novelas de Luisa Carnés son pasos importantes", aunque resalta también la excepcionalidad que supone su mirada: "El gran golpe que sufrieron las mujeres con el franquismo es que se las vuelve a recluir en casa. Sólo las intelectuales que se exilian gozan de cierta visibilidad. De las que se quedan en España son muy escasas las que tienen presencia cultural. Habría que esperar hasta los años 80 para que aparezcan escritoras, y yo creo que son de una línea distinta. No es que Carnés fuese una gota de agua en su momento, pero después hay pocas escritoras que llevasen esa narrativa basada en el compromiso social, político y con los derechos de las mujeres".
Por su parte, Becerra Ma­yor apunta a la construcción bajo la dictadura del canon literario del siglo XX español –y su larga vigencia– como el motivo de que autoras en la línea de Carnés hayan sido completamente obviadas: "Si la Transición hubiera supuesto una ruptura con el franquismo, se habría propuesto recuperar, con cierta urgencia, aquellas manifestaciones culturales que fueron censuradas, total o parcialmente, por la dictadura. Pero no se hizo. Se asumió como válido un canon edificado durante el franquismo. Y novelas como Tea rooms de Luisa Carnés no volvieron a editarse". Hasta ahora.  

José Durán Rodríguez // Diagonal, 12 de junio de 2016. Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/culturas/30609-obreras-salon-te.html

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