El cuerpo es clave para la construcción del yo-soy. Malena sabe que no despierta deseo, pero tampoco la mirada o la mención de los de más, a causa de un cuerpo que no encaja en el canon de belleza contemporáneo. El cuerpo es la proyección del individuo en la competencia del mercado erótico capitalista. Para que el yo-soy resulte triunfador en la lucha cotidiana por el poder debe potenciar su imagen, su marca, poniendo en funcionamiento la lógica del «aura del cuerpo y la autoerotización del narcisismo» (Juan Carlos Rodríguez, «Literatura, moda y erotismo: el deseo (parte I)», Laberinto 18 (2005), pág. 19). El escritor francés Fréderic Beigbeder, en su novela titulada Socorro, perdón, trata el tema de la ideología de la belleza a partir de la historia de un cazatalentos, asalariado de la multinacional de cosméticos Ideal, que tiene la misión de encontrar el nuevo rostro para su campaña publicitaria. «Señores –dice el protagonista–, nuestro objetivo es simple: que tres mil millones de mujeres quieren parecerse a la misma mujer. Y mi problema es encontrarla» (Fréderic Beigbeder, Socorro, perdón, Madrid, Anagrama, 2008, pág. 84). El poder de la imagen, de la construcción de un cuerpo en relación con
el yo-soy, constituye, según Beigbeder, la existencia de un nuevo
fascismo surgido del mundo de la moda y promocionado por medio de la
publicidad. A esta nueva ideología la ha denominado, por medio de un
irónico cruce léxico, fashismo: una nueva ideología totalitaria que impone que todos debemos ser jóvenes y delgados, a semejanza de los modelos publicitarios. Quedarse fuera de estos criterios, supone vivir una existencia terrible. La lucha de los nazis por conseguir una sociedad aria, dice Beigbeder, ha encontrado su triunfo en la sociedad del capitalismo avanzado por medio de la dictadura de la belleza:
«La dictadura de la belleza engendra la frustración y la frustración engendra el odio. No es posible abrazar impunemente esta ideología. Se empieza anunciando en las paredes a rubias eslavas para vender champú y la cosa termina en un baño de sangre orquestado por movimientos neonazis el día del aniversario de Hitler, pogromos de judíos, palizas a negros, asesinatos de caucásicos, bombardeos de chechenos, agresiones a daguestaneses (…). Los nazis han ganado su combate: nuestras agencias se conforman con imitar su paso de la oca» (Ibid., págs. 34-35).
Parece que las cámaras de gas hitlerianas han dejado lugar a los probadores de las boutiques. En la misma dirección, en una exposición del fotógrafo y escultor austríaco Erwin Wurn, titulada The idiot (Erwin Wurn, The idiot (catálogo de la exposición), Comunidad de Madrid, 2006), se mostraba una fotografía de un hombre gordo paseando por la ciudad bajo el lema de «terrorista». El culto por el cuerpo y la autoerotización narcisista excluye a todo individuo que no pueda amoldarse dentro del canon de belleza impuesto, hasta el extremo de ser comparado con un terrorista que destruye la armonía estética urbana construida por cuerpos bellos. Malena tiene que construir su yo-soy a partir de la remodelación de su propio cuerpo si no quiere ser aniquilada en la dura competencia erótica del capitalismo avanzado. Porque no cumplir con ello significa ser condenada a la inexistencia, como le sucede a Malena, que parece invisible en el juego de la botella.
David Becerra Mayor // Fragmento de La novela de la no-ideología, Madrid, Tierradenadie, 2013, págs. 54-56.
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