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lunes, 17 de marzo de 2014

Reflexiones y notas. La ideología de la belleza

La construcción del yo-soy es el instrumento mediante el cual el sujeto del capitalismo avanzado puede sobrevivir en la foucaultiana microfísica del poder. La realización del yo-soy se produce y se reproduce en el propio cuerpo. El cuerpo es el lugar donde se exterioriza la configuración de la identidad y donde confluyen las contradicciones del sujeto. Por eso el cuerpo es uno de los espacios más recurridos en la narrativa de Almudena Grandes. Por un lado, el cuerpo representa el lugar del deseo. Pero el cuerpo también se interpreta como problemática: el cuerpo puede ser el instrumento por el que lograr la realización del yo-soy o, por el contrario, el lastre que lo impida. Un relato de Almudena Grandes titulado «Malena: una vida hervida», incluido en sus Modelos de mujer (1996), reproduce claramente este fenómeno. El relato cuenta la vida de Malena, una adolescente de ciento setenta y tres centímetros de altura y ochenta y dos kilos de peso, que a los quince años decide dejar de comer «por amor» (Almudena Grandes, «Malena: una vida hervida», en Modelos de mujer, Barcelona, Tusquets,1996, pág. 77). Todo empezó «aquella tarde, jugando a la botella» (Ibid., pág. 78): el juego consiste en que los adolescentes, chicos y chicas, sentados en corro, hacen rodar una botella hasta que su cuello señala a alguien: el señalado tiene que besar a la persona a quien elija. Aquella tarde la botella de cerveza no dejaba de señalar a Andrés, el amor frustrado de Malena. La última vez que se detuvo a los pies de Andrés, a Malena «el corazón le dio un vuelco, porque ahora le tocaba, esta vez le tenía que tocar, no había discusión posible. Las reglas del juego prohibían repetir beso, y Andrés ya había besado a las otras siete chicas de la pandilla» (Ibid., págs. 79-80). Pero nadie se dio cuenta de que todavía faltaba Malena por besar: «ya no queda ninguna más, explicó él, claro, es verdad, los demás le dieron la razón, ella no se atrevió a decir nada, porque nadie la miraba, nadie la mencionaba, nadie parecía darse cuenta de que aún quedaba ella, intacta, sola, muda» (Ibid., pág. 80). 
     El cuerpo es clave para la construcción del yo-soy. Malena sabe que no despierta deseo, pero tampoco la mirada o la mención de los de más, a causa de un cuerpo que no encaja en el canon de belleza contemporáneo. El cuerpo es la proyección del individuo en la competencia del mercado erótico capitalista. Para que el yo-soy resulte triunfador en la lucha cotidiana por el poder debe potenciar su imagen, su marca, poniendo en funcionamiento la lógica del «aura del cuerpo y la autoerotización del narcisismo» (Juan Carlos Rodríguez, «Literatura, moda y erotismo: el deseo (parte I)», Laberinto 18 (2005), pág. 19). El escritor francés Fréderic Beigbeder, en su novela titulada Socorro, perdón, trata el tema de la ideología de la belleza a partir de la historia de un cazatalentos, asalariado de la multinacional de cosméticos Ideal, que tiene la misión de encontrar el nuevo rostro para su campaña publicitaria. «Señores –dice el protagonista–, nuestro objetivo es simple: que tres mil millones de mujeres quieren parecerse a la misma mujer. Y mi problema es encontrarla» (Fréderic Beigbeder, Socorro, perdón, Madrid, Anagrama, 2008, pág. 84). El poder de la imagen, de la construcción de un cuerpo en relación con el yo-soy, constituye, según Beigbeder, la existencia de un nuevo fascismo surgido del mundo de la moda y promocionado por medio de la publicidad. A esta nueva ideología la ha denominado, por medio de un irónico cruce léxico, fashismo: una nueva ideología totalitaria que impone que todos debemos ser jóvenes y delgados, a semejanza de los modelos publicitarios. Quedarse fuera de estos criterios, supone vivir una existencia terrible. La lucha de los nazis por conseguir una sociedad aria, dice Beigbeder, ha encontrado su triunfo en la sociedad del capitalismo avanzado por medio de la dictadura de la belleza:

«La dictadura de la belleza engendra la frustración y la frustración engendra el odio. No es posible abrazar impunemente esta ideología. Se empieza anunciando en las paredes a rubias eslavas para vender champú y la cosa termina en un baño de sangre orquestado por movimientos neonazis el día del aniversario de Hitler, pogromos de judíos, palizas a negros, asesinatos de caucásicos, bombardeos de chechenos, agresiones a daguestaneses (…). Los nazis han ganado su combate: nuestras agencias se conforman con imitar su paso de la oca» (Ibid., págs. 34-35). 

Parece que las cámaras de gas hitlerianas han dejado lugar a los probadores de las boutiques. En la misma dirección, en una exposición del fotógrafo y escultor austríaco Erwin Wurn, titulada The idiot (Erwin Wurn, The idiot (catálogo de la exposición), Comunidad de Madrid, 2006), se mostraba una fotografía de un hombre gordo paseando por la ciudad bajo el lema de «terrorista». El culto por el cuerpo y la autoerotización narcisista excluye a todo individuo que no pueda amoldarse dentro del canon de belleza impuesto, hasta el extremo de ser comparado con un terrorista que destruye la armonía estética urbana construida por cuerpos bellos. Malena tiene que construir su yo-soy a partir de la remodelación de su propio cuerpo si no quiere ser aniquilada en la dura competencia erótica del capitalismo avanzado. Porque no cumplir con ello significa ser condenada a la inexistencia, como le sucede a Malena, que parece invisible en el juego de la botella.

David Becerra Mayor // Fragmento de La novela de la no-ideología, Madrid, Tierradenadie, 2013, págs. 54-56.

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