Sobre No tan incendiario y Amor fou de Marta Sanz
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Y para animar el debate, Sanz insta a los lectores a que vuelvan «a pensar [la cultura] en clave marxista», esto es, a concebir «la cultura como artefacto ideológico [que] conforma una visión del mundo». Nadie escribe desde el vacío; siempre se escribe desde un lleno ideológico. Hay que ser consciente de ello para tratar de cuestionar el sistema que nos construye como subjetividades insertadas en su maquinaria reproductora. El primer paso acaso sea –señala Sanz– el desahucio del escritor de su clásica torre de marfil, para que pise la calle y abandone el papel de genio místico inspirado que le ha asignado la ideología dominante y que tradicionalmente le ha acompañado. Pero a su vez Marta Sanz reclama a los escritores de izquierda que no renuncien a la lucha por el lenguaje y que reivindiquen como propias palabras como libertad, solidaridad, compromiso, fraternidad, etc., que forman parte de nuestra tradición política, pero que han sido arrebatadas por el pensamiento único y la publicidad. No podemos permanecer impasibles ante el rapto del lenguaje.
No tan incendiario de Marta Sanz cuestiona también el «totalitarismo del mercado cultural», que impone «la urgencia de complacer al mercado» mediante la imposición de la «consigna “No molestar”». En el capitalismo, dice Sanz, «no es de extrañar que el producto cultural sea efímero (fast food cultura: traga y defeca). Es preciso mover mucho dinero en poco tiempo, de modo que no debemos asombrarnos de que las librerías de fondo se vayan extinguiendo a un ritmo vertiginoso ni de que proliferen los grandes supermercados y superficies culturales». El diagnóstico que ofrece Marta Sanz es claro: «la cultura queda reducida a una sola de sus facetas: la de mero objeto de consumo». En consecuencia, el mercado ejerce un nuevo tipo de censura: aquello que no es rentable, no se publica. Los libros prohibidos del capitalismo no son aquellos que cuestionan su orden económico y político, sino los que no obedezcan al principio básico del capital: la obtención de ganancia. Las llamas de la Inquisición capitalista –en forma de guillotinas en los almacenes de las imprentas– esperan a los herejes del mercado: los libros que no aparecen en las listas de los más vendidos.
Pero no seamos ingenuos. No caigamos en la trampa de pensar que solamente la rentabilidad marca lo que se publica y lo que no. Aunque es cierto que en el capitalismo avanzado se ha privatizado la censura –no la ejerce el Estado sino las empresas privadas que poseen los medios de producción de las palabras– la única censura existente no es la que imponen libros de contabilidad mercantil. También existe una censura política. La última novela publicada –que no escrita– de Marta Sanz, Amor fou (La Pereza, 2013) es una prueba de ello. Se trata de una novela escrita entre 2006 y 2008, pero que nunca llegaría a publicarse en España. Amor fou ha sido publicada a finales de 2013 en la editorial norteamericana La Pereza, con prólogo de Isaac Rosa, tras ser denegada su publicación en varias editoriales españolas.
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«A diario Adrián en los tribunales se pone enfrente de los comisarios y los tenientes. No sabe durante cuánto tiempo va a poder seguir haciéndolo, porque Adrián lucha por erradicar enfermedades que en apariencia no existen. Vaginas escarbadas y bolsas de plástico en la cabeza. Madres incrédulas que culpan a sus hijos de lo que les han hecho sus torturadores. Porque es imposible. Manifestantes acusados de terrorismo. Al fondo, un contenedor arde».
Este retrato de
la policía como aparato represivo contrasta sobremanera con la imagen
oficial que describe al cuerpo policial como un servicio público que
trabaja para proteger la seguridad de la ciudadanía. La denuncia ante
los abusos policiales se convierte en el tema narrativo que contraviene
el relato oficial sobre las fuerzas del orden en España, siempre
dibujados como héroes en seriales televisivos y en prensa de sucesos. Y
acaso por este motivo, por transgredir el consenso alcanzado en torno a
la policía española sobre la que se ha dicho, tal vez para oponerla a la
del régimen dictatorial, que era una policía democrática, acaso por
este motivo –decíamos– Amor fou nunca se ha publicado en España y forma
parte de los libros prohibidos de Marta Sanz. Estamos, ciertamente, ante
un caso de lo que podríamos denominar censura blanda: se
rechaza la publicación, pero nunca se le dice abiertamente a su autora
que el motivo se encuentra en el trato de temas espinosos, sino que se
escudan en cuestiones estéticas, de estilo, con la que se pretende
justificar los motivos por los que la publicación de esta novela ha sido
denegada. No es la primera vez que para censurar la presencia de la
ideología antagonista en la literatura se escudan en la estética.
David Becerra Mayor // Publicado en Mundo Obrero, nº 272 (mayo 2014), pág. 28.
David Becerra Mayor // Publicado en Mundo Obrero, nº 272 (mayo 2014), pág. 28.
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