De la mano de Yulca –editorial que trabaja con un ojo
puesto en América Latina– ha cruzado el océano, para regocijo del público
español, el retrato que el periodista y escritor uruguayo Miguel Ángel
Campodónico ha escrito sobre Pepe Mujica.
En la narración de Mujica
se intercalan, con admirable pulso narrativo, fragmentos –en verdad, largos
pasajes– en primera persona, donde la voz de Mujica se impone sobre la voz de
un narrador que, en tercera persona, se echa a un lado y se conforma con
descubrirle al lector, mediante una descripción breve, casi a la manera de la
acotación teatral, el paisaje, el escenario, el contexto político y social,
para que sea el mismo Pepe Mujica quien lo desarrolle después, relacionando la
Historia con su propia biografía.
El libro de Campodónico recorre la trayectoria vital de
quien se ha convertido en un referente de la izquierda y de la decencia. Desde
su lucha como guerrillero, sus quince años en las cárceles de la dictadura
cívico-militar de los años setenta y ochenta, hasta que fue electo diputado en
el Parlamento de Uruguay en 1994 por Montevideo, en Mujica se confirma la visión de un hombre que hace de la austeridad
(bien entendida) su bandera. Mujica en estado puro: anticonsumista y pacifista,
en sus discursos se enfrenta a los «antivalores» capitalistas que establecen la
ecuación entre la felicidad y la riqueza; «antivalores» de crecimiento y
consumo que conducen a la destrucción del planeta. Mujica, el político que
ratifica «su voluntad para que el hombre salga de la prehistoria» para que,
como especie, empiece a gobernar su vida. Frente a las trasnacionales, frente
al sistema financiero, la ciudadanía debe empoderarse para ser dueña de su
futuro.
Mujica de Miguel Ángel Campodónico traza la vida de aquel
«muchacho que quiso cambiar su época y su mundo» y que, al llegar a la
Presidencia de su país, siendo ya no tan muchacho, supo que era «posible un
mundo con una humanidad mejor, pero tal vez hoy la primera tarea sea salvar la
vida».
David Becerra Mayor // La Marea, nº 24 (febrero, 2015), pág. 61.
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