Raquel C. Pico
Todos sabemos de qué libros estamos
hablando y todos nos hemos cruzado con ellos en alguna mesa de
novedades. Casi siempre tienen una foto en blanco y negro y posiblemente
les den puntos extra si usan una foto ‘a lo Robert Capa’, casi siempre
llegan en tapa dura y casi siempre tienen títulos que siguen un cierto
patrón. Posiblemente, en algún lugar prometan también ser una inolvidable historia de amor sobre un telón de fondo desgarrador
(eso cuando quien firma es una mujer, cuando es un hombre el que
escribe suelen tirarse por otras vías) y siempre, siempre, se nos
recuerda que la novela está ambientada en una época histórica, o hechos reales, o uno de los momentos más duros de nuestra historia reciente. Por eso no se puede evitar sonreír con complicidad cuando se empieza a leer La Guerra Civil como moda literaria,
de David Becerra, porque el prólogo de Isaac Rosa empieza justamente
referenciando esos libros. “Si usted está leyendo este prólogo, si ha
abierto este libro atraído por el título, seguramente comparta esa
infinita pereza que a cada vez más lectores nos provoca el género
“novelas sobre la Guerra Civil”, apunta.
Y sí, una tiene que asentir y
reconocerlo, porque en realidad (y a pesar de todo, a pesar de querer
leer buenas novelas sobre la Guerra Civil) ya se empieza a sentir
cansancio ante el formato y sobre todo ante el hecho de que todas las novelas acaben contando las mismas historias y sobre todo echando mano de los mismos recursos y de los mismos datos.
De hecho (y como lectora es una de las cosas que más me llama la
atención), ¿por qué estas novelas no usan más datos específicos, es
decir, por qué no bucean para saber realmente los detalles sobre la vida
cotidiana? Si se lee una novela sobre el Blitz en Londres, por ejemplo,
es posible saber cómo se alumbraban en una ciudad a oscuras o un montón
de datos y detalles que hacen que la historia sea no solo más rica sino
también más real. Si se lee una novela sobre el Madrid de la Guerra
Civil, acabas teniendo la sensación de que solo hay ciertos lugares
comunes y, sobre todo, que siempre echan mano de los mismos datos
históricos.
En La Guerra Civil como moda literaria, de David Becerra
(editado por Clave Intelectual), se llega además a otra conclusión: las
novelas sobre la Guerra Civil, incluso las que se han publicado durante
estos años del boom y tan recientes, cuando ya hay muchos libros de
historia y muchas investigaciones de expertos que ayuden a
contextualizar la obra, no solo cuentan siempre los mismos datos
históricos sino que lo hacen también desde un mismo punto de vista
(y que hace que el lector pueda llegar a preguntarse si realmente son
datos históricos…), que es el de la historiografía marcada por el
franquismo.
¿Por qué ocurre esto? Le preguntamos a
Becerra si quizás el problema está en que los escritores no hacen los
deberes. Como lectora, a veces no es muy difícil llegar a pensar que
algunos escritores simplemente han leído otras novelas sobre la Guerra
Civil o que simplemente se han quedado con esas cosas que parece conocer
todo el mundo, que se ha hecho como una investigación en Google (algo
que es terrible cuando se escribe novela histórica y algo que, por
cierto, en otros géneros menos prestigiosos sería duramente criticado).
“Comparto esa sensación –digamos– metaliteraria que señalas, y es posible que algunas novelas puedan interpretarse como relectura de otras novelas sobre la Guerra Civil. Puede ser. Pero no creo que ese sea el principal motivo que
explique que muchas de las novelas compartan estrategias formales e
ideológicas similares, como tampoco creo que esto se deba a que sean
novelas poco o mal documentadas”, responde David Becerra por email. “En
mi opinión, la causa se encuentra en lo que Juan Carlos Rodríguez
denomina el “inconsciente ideológico”, que es lo que en verdad comparten
los novelistas. No se trata tanto de analizar qué quiere decir el autor, sino que dice “su” texto”, añade.
Las novelas, explica además, están
escritas desde la idea de que el presente es el mejor de los tiempos
posibles y el pasado (cualquier tipo de pasado) se ve como una llave
para poder crear el conflicto que hará avanzar la historia. “Es como si
hubiera una nostalgia por el conflicto”, explica. “Pero esta nostalgia
concibe el pasado como un lugar al que se puede acudir para evadirnos
del presente, pero no para encontrar una conexión política entre el
presente y el pasado, es decir, una conexión que muestre que nuestro
presente es heredero del pasado que ganó la Guerra Civil, y que en
consecuencia hay que establecer una ruptura con él”, añade.
Por qué estalló la moda
La
moda de la novela de la Guerra Civil es además algo relativamente reciente.
En su libro, Becerra analiza las novelas publicadas entre 1989 y 2014
(un corte que parte del que considera el comienzo de la postmodernidad y
el momento previo a la elaboración del libro, que fue publicado en
2015). En los datos estadísticos del anexo que acompaña al análisis
puede verse como el gran boom es a partir de 1999, cuando se puede decir
que el género despega, con un gran pico en títulos en 2010 y otro en
2004. ¿Por qué? En el libro, el autor explica que
estas cifras vienen marcadas por la publicación de unos cuantos libros (antes de 2004
Soldados de Salamina,
La voz dormida o
Los girasoles ciegos)
que tuvieron mucho éxito en medios y entre el público. Tras su éxito,
se abrió el mercado a muchas más novelas sobre la Guerra Civil (e
incluso se recuperaron y reeditaron títulos anteriores, como
Historia de una maestra). A eso
se suman los aniversarios,
con el 30 cumpleaños de la democracia y el 70 de la guerra, lo que
siempre suele marcar el calendario de publicaciones (no hay más que ver
lo que pasó con la I Guerra Mundial estos últimos años).
Y, entre muchos de esos libros, se
repite el mismo patrón de redacción, un patrón que por otra parte no es
difícil encontrar en otros libros de otras literaturas en novela
histórica. Un personaje del presente (en estos casos casi siempre un periodista) se lanza a investigar un hecho histórico
del pasado (casi siempre algo de su familia o de algún personaje
famoso) y desentraña una historia de la Guerra Civil (una de esas
increíbles historias de amor o una de esas de traiciones o desengaños o
heroísmo o póngase aquí la palabra que se quiera).
¿Por qué siempre se usa el mismo
recurso? “Sí, muchas de las novelas siguen ese mismo patrón, que en
muchos casos sirve para desactivar la experiencia histórica del lector,
dando por cerrado ese episodio histórico, cuando en verdad sigue
abierto. Pero por sí mismo ese mecanismo no debería ser negativo. El
hecho de que el tiempo de enunciación se localice en el presente y que
desde dicho presente se traslade la narración al pasado, sirve para
exhibir la dificultad que representa reconstruir un episodio traumático
de nuestra historia a causa a las distintas mediaciones que existen para
narrarlo”, explica Becerra. “Sin embargo, este recurso estético
funciona en buena parte de las novelas estudiadas como un mecanismo que,
de forma muy transparente, deja al descubierto relación de complicidad
que mantenemos con nuestro pasado. No se cuestiona el pasado y no se acude a él con el propósito ni de reparar el pasado ni de transformar el presente”, añade.
Y como llegó se irá
Una cosa que tienen todas las modas en
común es que igual que llegan se acaban. Pasa en la ropa, pasa en la
tele, pasa en la comida y pasa en la literatura, incluso cuando es una
literatura que aborda un tema tan relevante (y que merecería una
aproximación mucho más profunda y mucho más formal) como es el caso de
la Guerra Civil. Becerra apunta en su libro que la moda empieza ya a recogerse y que las cifras de publicación empiezan a ser más moderadas.
“En 2011 se registra un descenso muy significativo –son datos objetivos—pero también, en lo subjetivo, se intuye un hartazgo por parte de los mismos novelistas
que escriben sobre la Guerra Civil”, nos recuerda por mail cuando le
preguntamos si realmente la moda está acabando, añadiendo que muchos
autores empiezan ya a intentar distanciarse de la cuestión diciendo que
sus novelas no son sobre la Guerra Civil. “En 2011 algunos escritores
que habían publicado ese año, o los inmediatamente anteriores, novelas
sobre la Guerra Civil empiezan a renegar de ese fenómeno literario y se desmarcan del género, ya aborrecido y acaso agotado, para afirmar que la suya «no es una novela sobre la Guerra Civil, sino de intriga que toca sobre todo dilemas morales» como así decía Eduardo Mendoza al diario El País tras recibir el Premio Planeta en 2011 con la novela Riña de gatos; o Raúl del Pozo, que tras ganar el Premio Primavera de Novela, sostenía que El reclamo «no es una novela sobre la Guerra Civil. Estoy harto de la Guerra Civil»”.
¿Significa esto que la novela sobre la
Guerra Civil va a desaparecer para siempre? ¿Ya no encontraremos más
novelas con fotos en blanco y negro y promesas de amores imposibles con
la crueldad de la guerra de fondo? Becerra no cree que la novela de la
Guerra Civil vaya a desaparecer por completo, sobre todo porque los
lectores siguen esperando novelas escritas “desde la noción de memoria
de Walter Benjamin, que conecte el pasado con el presente” y siguen
“siendo necesarias las novelas sobre la Guerra Civil”.
La otra gran pregunta que se puede hacer
sobre el género en el futuro es si la llegada de nuevas generaciones a
las filas de los autores (los autores que publicaban durante el período
en cuestión no habían nacido más tarde de los años 70) hará que el
contenido, el formato o hasta el cómo se trabaja en la novela cambie.
“No creo que sea una cuestión generacional, sino ideológica”, responde
sin embargo Becerra. “Y vuelvo al principio: hay que romper con el
inconsciente ideológico que construye nuestra subjetividad para
construir otro relato de nuestro pasado. Para cambiar el presente y
construir otro futuro”.