Lectura de En la
jungla de las ciudades de Bertolt Brecht
En 1923, en Múnich, Bertolt Brecht estrenó su tercera
obra teatral. Se titulaba En la jungla de
las ciudades, y ha sido
considerada como una de sus piezas más metafísicas. El tema de la misma se
muestra de un modo harto explícito en el subtítulo que la acompaña: “La lucha
entre dos hombres en la gigantesca ciudad de Chicago”.
Pero,
¿quiénes son esos dos hombres? Y, sobre todo, ¿por qué luchan?
Se llaman Garga y Shlink. El primero trabaja en una biblioteca
circulante; el segundo es un comerciante de maderas malayo que ha
acudido a la gran ciudad de Chicago para
hacer negocios. En la primera escena de la obra se
produce su encuentro. Shlink quiere sacar un libro y le consulta a Garga, que
se encuentra detrás del mostrador, si le puede recomendar algún título. Garga
le sugiere una novela policiaca y un relato de viajes, dándole la opinión sobre
los libros. Shlink, acostumbrado a poder comprar todo aquello que se le pusiera
por delante, decide entonces que lo que quiere no es un libro, sino comprar la
opinión de Garga. Aunque no está en venta, el comerciante le empieza ofreciendo
diez dólares, pero pronto sube la oferta hasta los cuarenta. En este momento
empieza la primera de las luchas dialécticas que, como asaltos de un combate de
boxeo, se irán sucediendo en los distintos actos de La jungla de las ciudades.
Para narrar estos enfrentamientos, Bertolt Brecht utiliza
una terminología procedente del campo semántico del
deporte del nocaut
y
monta la escena sobre un ring de boxeo. Pero la pregunta vuelve a retumbar en
nosotros: ¿por qué luchan?, ¿qué ha sucedido para que los
dos personajes se hayan
vuelto, de pronto,
contrincantes? Brecht, en el preámbulo de la obra, nos advierte del
sinsentido de esta lucha:
«No se rompan la cabeza para descubrir los motivos de esa lucha, y participen
en esos encuentros humanos, juzguen imparcialmente la forma de luchar de los
contrincantes y concentren su atención en el final».
No nos rompamos la cabeza, pues, pero Brecht
ha dado con la clave: el boxeo es la metáfora perfecta del sinsentido de la
competencia capitalista o, como dice Juan Carlos Rodríguez en De qué hablamos cuando hablamos de marxismo (Akal,
2013), es la horrible caricatura del placer de la competencia misma.
En el boxeo, como en el capitalismo, los contrincantes se pelean porque sí, sin
motivo. Y como se observa en la obra, el ganador –en el
boxeo y en el capitalismo– no recibe más premio que la
soledad, permaneciendo solo
sobre el ring, magullado, lleno de heridas, quizá con la nariz rota y un fuerte
dolor en las costillas. Brecht propone que
desechemos cualquier intento de descubrir los motivos de su lucha,
pues parece no haberlos. Como parece no tener sentido la competencia
capitalista.
Pero claro que la competencia
capitalista tiene sentido: la
acumulación de capital, la obtención de la máxima rentabilidad, caiga quien
caiga. En esta obra, Brecht todavía
no
ha dado ese paso hacia delante que será decisivo para su literatura; Brecht
aún nos habla de «encuentros humanos», donde lo
humano desplaza a lo político. Habrá que esperar a que
Brecht sea Brecht, a que
Brecht descubra su método y
desaparezca de escena el hombre para
dar paso a las relaciones sociales. Para
ello tendremos que esperar hasta 1929, cuando
ponga sobre las tablas La ópera de los
dos centavos. Hasta el momento el capitalismo seguirá
pareciendo un ring de boxeo.
David Becerra Mayor // Publicado en Agitación, nº 19, pág. 14. Número completo: http://issuu.com/revistaagitacion/docs/agit19_web
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