Las efemérides, aunque la más de las veces sólo dan lugar a
la publicación de libros más oportunistas que oportunos, que buscan abrirse un
hueco en el mercado literario, aprovechando la celebración de uno u otro
centenario, en ocasiones nos brindan la posibilidad de volver a acercarnos a
autores para redescubrirlos. Es lo que sucede con la biografía Julio Cortázar: de la subversión literaria
al compromiso político, escrita por Raquel Arias Careaga y publicada por la
editorial Sílex en la fecha en que se cumplen cien años del natalicio del
escritor argentino.
Hay dos modos de leer una biografía. O bien, con la vocación
del voyeur que, tras la protección que le conceden los visillos, espía las
rupturas y reconciliaciones de sus vecinos, como quien espera encontrar
episodios turbios y espinosos en la vida de un autor; o bien tratando de
encontrar, en su biografía, una dialéctica entre el individuo y la sociedad, o
más ampliamente, a un autor que vive históricamente su vida, participando de
sus tensiones, de sus conflictos, de sus contradicciones. Podemos indagar en lo
privado, removiendo los cajones de su mesita de noche, o podemos reflexionar sobre
lo público, sobre la presencia y la relevancia de un autor en la
re-significación del mundo que habita. Quien vaya buscando lo primero en este
libro saldrá decepcionado, porque en sus páginas su autora prescinde,
intencionadamente, de aquellas cuestiones más personales de un escritor a quien
se le ha atribuido una vida de promiscuidad. Tampoco le interesa verter más
especulaciones, que acaso nada aclaran, sobre la misteriosa causa de su muerte,
tras una larga, aunque asintomática, enfermedad. Raquel Arias entiende que
Cortázar es un personaje público y, en consecuencia, sitúa conscientemente el
foco en su papel como escritor e intelectual, soslayando lo que ocurriera en
las alcobas.
La biografía que escribe Arias Careaga sobre el autor de
Rayuela reafirma un aspecto de su vida que se suele olvidar: su firme
compromiso con la Revolución Cubana. Esta revolución atrajo enseguida la mirada
de los intelectuales de América Latina, al constituirse, con el triunfo
revolucionario, un nuevo espacio para artistas e intelectuales. Pronto se
promueven debates en torno a la cultura y su función. No en balde, Cortázar,
cuando visitó Cuba, no pudo sino reconocer que “me siento viejo, reseco,
francés al lado de ellos”. Allí, Cortázar redescubre América, se reconcilia con
su continente e incluso, después de muchos años viviendo en Europa, “eligió ser
latinoamericano”. Su compromiso tiene consecuencias sobre su obra. La
literatura de Cortázar, cuyo recorrido se analiza detenidamente en la
biografía, toma un rumbo distinto con el triunfo de la Revolución. Aquel
Cortázar formalista, que entendía la literatura como una entidad autónoma y que
consideraba que no había nada más subversivo que la fractura del lenguaje, se
transforma y entiende que tiene que comprometerse con su literatura, no sólo
desde la forma, sino también desde su contenido.
El libro de Raquel Arias es un estudio biográfico que,
además de la labor propia del biógrafo en la recopilación de datos para la
composición de una vida, supone un enorme esfuerzo de interpretación de un
escritor que, al ritmo acelerado de la Historia, se transformó a sí mismo, al
tiempo que transformaba su literatura.
David Becerra Mayor // La Marea, nº 20 (octubre 2014), pág. 61.
No hay comentarios:
Publicar un comentario