Un joven profesor español, que llegó a Atlanta a mediados de los años
noventa, entra en el aula, seguramente algo nervioso. Es su primer día
de clase. Quizá tenía previsto un discurso o unas palabras breves con
las que inaugurar el curso, su estreno como docente. Pero al cruzar el
umbral de la puerta, descubre una situación que no había podido
imaginar: todos los estudiantes afroamericanos se encuentran sentados en
una esquina del aula y todos los blancos en la otra. Una simbólica
«línea de color» segrega a los estudiantes universitarios. Acaso con la
soberbia del ignorante, tal vez por sentirse moralmente superior a
ellos, este inexperto y joven profesor les dice a sus estudiantes:
“Ahora mismo se acaba esta situación, se tienen que mezclar entre
ustedes porque yo no pienso tolerar una situación de apartheid en mi clase, porque esto no es Sudáfrica y Mandela hace tiempo que salió de la cárcel”.
Este
joven profesor –hoy un reputado hispanista en Estados Unidos– es Luis
Martín-Cabrera, profesor de la Universidad de California-San Diego,
colaborador de rebelion.org, y autor de Insurgencias invisibles. Resistencias y militancias en Estados Unidos (La
Oveja Roja, 2015), un ensayo que permite interpretar esa situación que
el joven profesor encuentra en el aula, explicar los motivos por los
cuales nadie estaba dispuesto a cruzar la simbólica línea, ni los
blancos ni los negros; un ensayo que buscar responder por qué, cuando el
profesor pronunció aquella frase, un estudiante afroamericano se
levantó de su silla, miró mal encarado al profesor, salió del aula y
nunca más regresó.
La experiencia y el tiempo, y su militancia en los movimientos
afroamericanos y chicanos, le permiten a Martín-Cabrera entender qué
sucedió aquel día. No es que solamente los blancos quieran distanciarse
de los negros –que evidentemente ocurre–, también los negros rechazan
mezclarse con ellos. Ven al blanco como una amenaza por la violencia
simbólica que ejerce y ejecuta cada día sobre la población de color.
Estar al lado de un blanco implica poder ser denunciado –sin una base
sólida– en cualquier momento (y la ley siempre niega el principio de
presunción de inocencia cuando se trata de un negro). El blanco observa
al negro como un intruso en lo que considera sus lugares de privilegio y
poder, como puede ser la universidad o, más ampliamente, un barrio o
una ciudad; y usa su poder para desplazarlo de lo que considera su
territorio. La presencia del negro amenaza su status y, para protegerlo,
modifica la violencia física de antaño por una nueva violencia, acaso
simbólica, pero no por ello menos real. Los negros, para no sufrir el
desprecio blanco, su violencia racista, no tienen más remedio que
construir sus propios espacios, sea la ciudad, sea en un aula.
Aunque desde el año 2009, cuando Barack Obama fue investido
presidente, viene hablándose en Estados Unidos de la entrada en una
etapa histórica post-racial (que un negro se proclame presidente
significa que el racismo ya forma parte del pasado, argumentan), lo
cierto es que desde la llegada a la Casa Blanca del presidente Obama la
población afroamericana no ha conocido mejor suerte. Más bien todo lo
contrario. No solo se ha incrementado la violencia contra las minorías
de color en Estados Unidos sino que además han aumentado la pobreza, el
desempleo, la malnutrición o la falta de acceso a la educación, o a
servicios médicos adecuados en los barrios de color segregados de las
grandes ciudades estadounidenses; así como también se ha registrado un
crecimiento desproporcionado de encarcelamientos de personas de color y
de asesinatos de personas afroamericanas. La violencia racista está a la
orden del día.
Insurgencias invisibles, sin embargo, no ofrece simplemente
una descripción de lo inadecuado del sintagma “sociedad post-racial”
para explicar la actualidad política y social de los Estados Unidos.
Martín-Cabrera no se conforma con el análisis; se introduce en las
organizaciones políticas de resistencia y liberación afroamericanas
para, desde su interior, siendo uno de ellos, no solo ofrecer una
explicación al lector, sino también participar activamente como
militante en sus organizaciones para, junto a ellos, luchar por su
emancipación. Como buen lector de la famosa tesis 11 de Karl Marx,
Martín-Cabrera no pretende únicamente explicar la realidad sino también
transformarla.
Debido a que su trabajo y su vida se desarrollan en San Diego,
California, Luis Martín-Cabrera conoce asimismo de cerca los movimientos
chicanos en la frontera entre San Diego y Tijuana. Una frontera que es,
como dice la escritora chicana Gloria Anzaldúa, una “herida abierta
donde el tercer mundo se roza con el primero y sangra”. Una herida que
no cicatriza por las asimetrías de poder entre Norte y Sur, donde con
solo recorrer unos pocos metros, señala Martín-Cabrera, “se pasa de la
opulencia del primer mundo a la miseria del tercero”. Una frontera que
constituye una “estructura neocolonial de dominación que permite a
Estados Unidos seguir canibalizando los recursos y la fuerza de trabajo
de México”. Pero la frontera no es solo ese lugar físico, esa línea
trazada entre San Diego y Tijuana; la frontera está en todas partes y en
cada uno de los inmigrantes que viven sin documentación en Estados
Unidos: la frontera es el miedo a ser deportado, la frontera es la
pérdida de la identidad –un idioma y una cultura propia– para ser
asimilado por la estructura de dominación, también simbólica,
imperialista.
Insurgencias invisibles persigue, además, un propósito
todavía más interesante, si cabe. El libro es también una reflexión
sobre la escritura revolucionaria. Luis Martín-Cabrera no quiere
reproducir ese tipo de escritura académica que cree que por hablar de la
pobreza se resuelven los problemas asociados a la pobreza, ese discurso
teórico donde las palabras suplantan a las cosas; Martín-Cabrera
tampoco quiere que su escritura sea una forma de dar voz a los sin voz,
como si asumiera un gesto paternalista. Martín-Cabrera quiere ser parte
de esa inteligencia revolucionaria, no hablar sobre las insurgencias,
sino formar parte los movimientos insurgentes: “no busco acompañar ni
hablar por quienes luchan a pie de calle, aspiro a escribir desde
dentro, desde el interior mismo de las luchas, codo a codo, como un
participante más, sin borrar mis privilegios letrados, pero sin ceder a
las tentaciones antropológicas de quienes pretender saber más que los
propios oprimidos”. El autor busca diluirse en lo colectivo, borrarse,
desaparecer; porque, según apunta, “la verdadera escritura
revolucionaria debería abolir la firma y el nombre, y los libros
deberían ser como las grandes alamedas de Allende y dar paso a un sujeto
colectivo y liberado también en la escritura”. Este es uno de los
grandes objetivos que persigue Insurgencias invisibles, y lo
logra a través de una escritura heterogénea donde ensayo, crónica y
entrevistas se entremezclan para que el autor, dando un paso atrás, deje
emerger las voces de los que luchan y lucharon.
El libro de Luis Martín-Cabrera ofrece, además, una nueva visión de
Estados Unidos; una visión no estática ni detenida, sino de plena
ebullición de luchas políticas de resistencia y emancipación. Frente a
la ideas preconcebidas sobre Estados Unidos como “un siniestro basurero
capitalista poblado de obesos blancos e ignorantes que desconocen las
nociones más básicas de geografía, política o cultura general”, ideas
incluso alimentadas por autores como Vicente Verdú en El planeta americano (1997) o Jean Baudrillard en América de (1986), Insurgencias invisibles –sin
negar que lo anterior contenga una parte de verdad– ofrece un retrato
de Estados Unidos en el que todavía queda espacio para la lucha, en el
que todavía las organizaciones sociales y políticas se movilizan para
transformar su realidad, para enfrentarse al capitalismo y al
imperialismo (exterior, pero también interior). Martín-Cabrera se
pregunta, junto con los movimientos insurgentes, si en Europa “¿sabrán
que estamos aquí? ¿Se podrán imaginar fuera de Estados Unidos que haya
gente aquí que resista y luche?”. Contra el tópico de una sociedad
pasiva y detenida, de una sociedad estática donde ya no es posible la
lucha por la emancipación, Luis Martín-Cabrera nos trae estas Insurgencias invisibles
para que, desde la distancia oceánica que nos separa, podamos conocer
los movimientos políticos y sociales que en Estados Unidos luchan por su
liberación. Insurgencias invisibles es una forma de gritar
“¡estamos aquí!”, o como dirían los zapatistas: “estamos ustedes”. Si
llegamos a oírlos, tal vez entenderemos que su lucha también es nuestra
lucha.
David Becerra Mayor // Crónica Popular (29/06/2015). Fuente: http://www.cronicapopular.es/2015/06/estamos-ustedes-o-las-luchas-de-resistencia-en-estados-unidos/
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