La Constitución cumple 40 años. Podríamos decir
que está sufriendo la crisis de los cuarenta. Mira hacia atrás con
nostalgia y se gusta verse joven, fuerte y consensual. Añora los tiempos
mozos, y los idealiza. Las efemérides sirven, o suelen servir, para
despolitizar el pasado, para desactivar lo que aquellos años pudieran
tener de revolucionarios y para afianzar los mitos fundacionales. Esto
va a ocurrir –o está ocurriendo ya, desde hace algún tiempo– con la
transición. Allí empezó nuestra democracia –nos dicen– gracias al gesto
heroico de dos hombres –Suárez y el rey– que nos concedieron la
libertad. Pero la democracia y la libertad no son una concesión, sino
una conquista de quienes lucharon. Para prevenirnos de esta lectura
mítica, ofrecemos aquí la lectura de 8 novelas sobre la transición, 8
novelas críticas que miran sin complacencia aquellos años que no son tan
idílicos como el relato de la transición los imagina. Son novelas que
muestran la continuidad entre la dictadura y la democracia, la
continuidad de un modelo productivo que consolidó un capitalismo
especulativo y de consumo y la corrupción como sistema, la continuidad
de una clase social en el poder, que ganó la guerra en el 1939 y
continuó ganándola en 1978.
‘Los mares del sur’,
MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN.
(Planteta, 1979)
La trama de esta entrega del detective Pepe Carvalho se sitúa –y no por
casualidad– entre el Plan de Estabilización Nacional de 1959 y los
Pactos de La Moncloa de 1979. Manuel Vázquez Montalbán establece una
continuidad entre el proceso de liberalización del mercado que se llevó a
cabo en la España franquista, al dictado del FMI y la OCDE, y la
constitución de la democracia. La continuidad de un sistema económico
basado en la construcción, la especulación inmobiliaria y la corrupción
edilicia. Aunque la forma del Estado cambiara con la transición, los que
estaban en el poder –y sus modos de operar– seguían siendo los mismos.
Con este paisaje de fondo –o quizá no tan de fondo– se produce un
crimen: Stuart Pedrell, miembro de la élite financiera, pero contrario a
las maniobras de la clase dominante para perpetuarse en el poder,
aparece asesinado en un descampado en un barrio periférico, de clase
obrera. Pepe Carvalho debe resolver el caso: ¿quién ha pagado el alto
precio de la transición?
‘La caída de Madrid’,
RAFAEL CHIRBES.
(Anagrama, 2000)
19 de noviembre de 1975. Franco agoniza. Las luchas de poder para pilotar la transición se activan. La caída de Madrid
se desarrolla en un solo día, durante la lenta agonía del dictador.
Chirbes organiza su novela como un desfile de personajes. Cada uno de
ellos representa un colectivo, personifica una función política y social
de quienes participaron en la correlación de fuerzas –o de debilidades
(Montalbán dixit)– de la transición. Desde un activista clandestino
hasta un hombre de negocios, pasando por un viejo profesor republicano
que regresa del exilio a una España que ya no reconoce. La llegada de
Franco al hospital madrileño de La Paz pudo suponer un punto de
inflexión en la historia de España, sin embargo, como ocurrió en 1939,
se trata de una nueva caída de Madrid: quienes ganaron la guerra, han
ganado también la batalla de la transición.
‘Lo real’,
BELÉN GOPEGUI.
(Anagrama, 2001)
«Para dar cuenta de la transición española, no [se debe acudir] al mito
sino sólo al encadenamiento de los hechos relevantes», dice la narradora
de la novela. Y acaso con Lo real Belén Gopegui no pretenda
otra cosa: describir –partiendo desde la España de 1986, año en que se
celebra el referéndum de la OTAN– la sucesión de eventos que han ido
configurando la sociedad española, desde el franquismo hasta la
democracia. La transición supuso la pervivencia en el poder de élites
económicas del franquismo, pero nada hubiera sido posible sin unos
mecanismos que encubrieran la transacción. Para ello se establecieron
dos niveles en la sociedad: por un lado, lo que la novela denomina
«ficción democrática», que entiende que cualquiera, por su propio mérito
y talento, puede acceder al poder, y, por otro, las auténticas reglas
del juego, las que de verdad rigen la sociedad: solo tienen acceso al
poder aquellos que ya están instalados en él. No hay libertad ni
igualdad, solo la perpetuación en el poder –político, económico y
también mediático– de la burguesía. Edmundo Gómez Risco, el protagonista
de Lo real, entiende rápidamente las reglas del juego y las asume para
poder abrirse paso en la hermética sociedad española del postfranquismo,
inventándose un currículum y una vida acorde con lo que las verdaderas
reglas del juego exigen. Pero no persigue el triunfo individual; al
contrario, ha diseñado una estrategia para medrar y, desde la cima,
actuar para tratar de cambiar las cosas.
‘El vano ayer’,
ISAAC ROSA.
(Seix Barral, 2004)
Los vencedores de la transición fijaron su relato. En aquella fotografía
todos ellos salían sonrientes y demócratas, como si lo hubieran sido
toda la vida. Reconciliación y transición pacífica. Fuera de foco
quedaron los muertos y los torturados; también la trampa de una ley de
amnistía que otorgaba impunidad a asesinos y torturadores. Pero, de un
tiempo a esta parte, desde que la sociedad española perdió el miedo a
mirar el pasado, el relato vuelve a estar en disputa. Había que
disputarle al poder el régimen de verdad que se instauró en la
transición. En El vano ayer, Isaac Rosa pone en escena el
conflicto de memorias que vive la sociedad española, por medio de la
creación de un universo dialógico –«la novela es un territorio
participativo», se dice en sus páginas–, compuesto por un “autor” que
ensaya distintas tramas y distintos modos de construir un personaje; un
“lector” que se rebela, interrumpe y opina sobre la trama; y distintos
“relatores” que cuentan su experiencia personal. Isaac Rosa, con El vano ayer,
por medio del recurso estético de la “novela en marcha”, se pregunta
cómo escribir una novela crítica que no caiga en un perspectivismo
indulgente, en un retrato incapaz de desestabilizar el presente, o en
una suerte de epopeya individualista donde lo que menos importe sea el
rigor o la verdad histórica. El vano ayer es una novela que no
solo denuncia la realidad sino también los velos que la ocultan. Una
novela con un final abierto que no responde a un mero capricho estético,
más bien indica que no puede cerrarse simbólicamente un relato que
sigue abierto, vivo, sin resolver.
‘Todo está perdonado’,
RAFAEL REIG.
(Tusquets, 2011)
A través de una trama neo-policial que busca dilucidar el asesinato de
Laura Gamazo, hija de un empresario que es envenenada el día de su boda,
Rafael Reig describe el proceso en que las élites económicas y
políticas del franquismo se convirtieron, de la noche a la mañana, en
demócratas. Con un título que bien podría ser el estribillo del relato
de la transición, que pone en valor el consenso y la reconciliación
mientras invisibiliza los costes reales de un proceso histórico
deficiente, Reig construye una novela donde describe cómo los que
ganaron la guerra en 1936 también ganaron la paz en 1978. El poder sigue
estando en manos de unos pocos, que siguen siendo los mismos. La
historia de la transición no es la historia de una ruptura, sino más
bien de una continuidad: la de los apellidos de aquellos que tuvieron el
poder en la dictadura se repiten en democracia. En España el poder se
transmite a través de la sangre, y no solo en la institución monárquica.
‘Daniel Astor y la caja negra’,
MARTA SANZ.
(Anagrama, 2013)
1978. Dos niñas juegan en su “habitación propia” recortando fotografías
publicadas en las revistas de la prensa rosa. Ambas encuentran en las
vidas glamurosas de las mujeres de papel couché la inspiración para
construir su propia subjetividad. El pudor católico y mojigato de la
sociedad franquista ha quedado atrás. El cuerpo y la sexualidad se
exhibe libre. Mujeres libres, liberadas, o más bien liberalizadas para
el consumo masculino. En Daniela Astor y la caja negra, Marta
Sanz pone el foco en esa tensión. Pero, a su vez, la novela reflexiona
sobre los elementos residuales que persisten en la nueva sociedad
democrática nacida de la transición. La trama de la novela nos permite
asistir a un aborto y con ello al modo en que la sociedad criminaliza y
condena la práctica abortiva y cuestiona el derecho de la mujer a
decidir, con libertad, sobre su propio cuerpo. Pero habla también de las
luchas que a la postre lograron su legalización. Todo ello se combina
en la novela con el visionado del documental que, ya en la edad adulta,
compone su protagonista sobre el cuerpo femenino en el cine del destape y
el fantaterror, que sirve para subrayar cómo el cuerpo femenino se libera para convertirse en un bien de consumo.
‘El tiempo cifrado’,
MATÍAS ESCALERA CORDERO.
(Amargord, 2014)
Decía Julia Kristeva, al definir la intertextualidad como elemento
constitutivo de la literatura, que toda obra no es sino un mosaico de
citas. Sobre esta noción parece levantarse la estructura de El tiempo cifrado
de Matías Escalera Cordero, que en ocasiones bordea, acaso
intencionadamente, el pastiche posmoderno, ora con una cita de una
famosa canción de la “movida madrileña”, ora con un fragmento extraído
del Libro de Buen Amor. El texto delimita muy bien el uso –y la
instrumentalización– de las citas, y cada uno de los registros cumple
una función específica en el texto. Si los fragmentos de canciones,
famosas en los años ochenta, tiempo en que transcurre la trama de la
novela, apuntalan el relato que el capitalismo va escribiendo sobre sí
mismo, invitando a la juventud a vivir el presente, a consumir y a
consumirse cada día, los versos del Arcipreste de Hita se actualizan
para entrar en colisión con un mundo que aparenta ser perfecto y
cerrado, pero que está lleno de fisuras y en el que de un momento a otro
pueden estallar las contradicciones. El tiempo cifrado habla
de la transición como el momento fundacional del capitalismo avanzado en
España. Empieza la etapa de la alienación en el consumo, donde los
nuevos sujetos no se reconocen en su clase sino en sus mercancías.
‘Honrarás a tu padre y a tu madre’,
CRISTINA FALLARÁS.
(Anagrama, 2018)
El trauma se transmite de una generación a otra: si una sociedad no
elabora los traumas causados por la violencia política, estos generan
efectos nocivos en la siguiente generación, que hereda e interioriza
comportamientos de vergüenza y miedo de sus padres o abuelos. Esta es la
tesis que Clara Valverde sostiene en Desenterrar las palabras (Icaria, 2014), un ensayo que cae en manos de la protagonista/autora de Honrarás a tu padre y a tu madre
tras una entrevista con la periodista Elena Cabrera. Cristina Fallarás
explora los silencios y mentiras de su familia, una familia atravesada
por la Guerra Civil. Su abuela paterna fregaba suelos y nunca hablaba de
la guerra ni tampoco nadie se atrevía a preguntar. Su marido había sido
fusilado. En la casa de sus otros abuelos, pertenecientes a la clase
alta, sin embargo, se hablaba constantemente de la guerra: eran los
vencedores y exhibían su relato como botín. La transición
institucionalizó el silencio. «Me llamo Cristina y he salido a buscar a
mis muertos», así empieza esta novela que es una novela de búsqueda,
desde la certeza del nombre propio que también habrá de venirse abajo
cuando se descubra que aquello que somos –o creemos ser– acumula los
traumas de otros, que no pudieron procesar el duelo de la muerte y la
humillación. La violencia que una parte de la familia ejerció sobre la
otra ahora también nos pertenece y nos interpela. Honrarás a tu madre…
es una novela que exige, por salud democrática, romper el silencio para
elaborar un trauma de la violencia política que es ya
transgeneracional.