por Paula Corroto
*El ensayista David Becerra Mayor señala en 'La Guerra Civil como
moda literaria' que la narrativa española de los últimos años ha
desideologizado y despolitizado el conflicto bélico por las tesis
revisionistas y postmodernas.
*El autor no se centra en las novelas
de Pío Moa o César Vidal, sino que aborda las de escritores como Javier
Cercas, Antonio Muñoz Molina, Almudena Grandes o Dulce Chacón, que al
final "caen en el error de reproducir la propaganda del franquismo y el
final feliz de la Historia".
La Guerra Civil todavía no ha sido narrada en la novela española. La afirmación es del doctor en Literatura Española, David Becerra Mayor,
y más de un lector se llevará las manos a la cabeza. Los propios datos
le rebaten: sólo entre 1989 y 2011 se publicaron 181 novelas con esta
temática. Y cualquiera reconocerá como tales El corazón helado y la saga de los Episodios Nacionales de Almudena Grandes, Soldados de Salamina, de Javier Cercas, La voz dormida, de Dulce Chacón, Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez, El tiempo entre costuras, de María Dueñas o La noche de los tiempos, de Antonio Muñoz Molina.
En realidad, la novela guerracivilista
ha inundado las librerías y, es más, ha copado las listas de ventas.
¿De dónde se saca David Becerra, por tanto, esta afirmación?
En su reciente ensayo, La guerra civil como moda literaria
(Clave Intelectual), este especialista en Literatura ofrece un análisis
detallado de esta novelística para concluir que, aunque se haya hablado
de la Guerra Civil, esta únicamente se ha contado como telón de fondo
para historias más intimistas en las que prevalece el ‘yo’ de los
protagonistas. “Aunque aparezca la guerra, esta se desideologiza, se
despolitiza el conflicto. La guerra funciona sólo como un escenario,
pero ni se problematiza ni se politiza. Y son novelas que, en realidad,
no están participando de la lucha por la recuperación de la memoria”,
comenta a eldiario.es. Esa es su tesis: la recreación de una guerra que
podría ser cualquier otra porque lo que interesa no es contar qué pasó y
si sigue afectando al presente.
Lo interesante del ensayo de Becerra Mayor es que no se ocupa tanto de la fantasía
de autores como Pío Moa o César Vidal, sino que centra su atención en
aquellos que, a priori, han sido objeto de celebración en artículos
periodísticos al ser descritos como paradigma de la recuperación de
nuestra Memoria Histórica.
Revisionismo y postmodernidad
“Hay un conflicto de memorias en la novela española que es un reflejo
del conflicto de memorias que hay en la sociedad y en el Parlamento.
Ahí tenemos un sector revisionista, que es el del PP,
que no ha condenado nunca el franquismo, y que incluso, algunos
políticos reproducen ciertos mitos como que la República era un caos, un
satélite de la URRS. Precisamente, con ese mito justifican el golpe de
Estado. Y ahí estarían Manuel Maristany, Andrés Trapiello, María Dueñas e
incluso Muñoz Molina con La noche de los tiempos, que es una igualación moral de ambos bandos, si aceptamos que la República es un bando, que no lo es”, sostiene Becerra Mayor.
El tiempo entre costuras
sería, para él, un claro ejemplo de esta tendencia. Como recuerda, en
esta novela aparecen dos falangistas, “y los dos, sin embargo, son
buenas personas. Uno de ellos es el novio despechado, pero es malo
porque está despechado, ya que la protagonista le ha dejado, pero no por
ser facha. Es lo que se llama el neohumanismo. Aquí tenemos categorías
políticas que no participan en el conflicto narrativo, sino que lo que
cuenta es el interior del personaje, si es bueno o malo… Desde luego, es
una novela con la que el lector de derechas se encontrará muy cómodo”.
Sin embargo, para él, también hay otra línea, la socialista que, a
partir de 2004, abogó por la Ley de Memoria Histórica que indicaba que
hay que convertir, por ejemplo, el Valle de los Caídos en un lugar de culto a la paz y democracia o recordar a todos los muertos de la Guerra Civil por igual.
“¿Muertos? ¿Por qué no hablamos de asesinatos? ¿De verdad hemos de
homenajear a todos? Con eso se establece una especie de equidistancia
que está en estas novelas y donde parece que en este país todos mataron.
Bueno, unos tendrán más responsabilidad que otros. Quien se convirtió
en enemigo de la República fue el fascismo y lo mínimo que podía hacer
la República era defenderse”, sostiene el ensayista.
¿Qué novelística entraría en esta línea del PSOE? El autor coloca ahí a novelas como El corazón helado o Inés y la alegría,
de Almudena Grandes, ya que, aunque le parece que sí deja bien claro
quiénes fueron las víctimas y quiénes los verdugos, “al final la víctima
no tiene que cuestionar el papel del verdugo porque es una historia de
hace mucho tiempo y tiene que ser asimilado por la democracia. Y no, la
memoria no tiene que ser un elemento de asimilación, y si no sirve para
cuestionar un presente heredero de aquel pasado no sirve para nada o es
estéril”.
Lo mismo le ocurre a La voz dormida,
de Dulce Chacón. A pesar de que para Becerra Mayor es un enorme
homenaje a las víctimas –recuerden a las chicas que se convirtieron en Las trece rosas-
y que no tiene nada que ver con las novelas revisionistas que avalan
los mitos franquistas, comete el error de reproducir la propaganda del
Régimen con la idea del indulto final a los presos. “Al final todo
termina bien, hay un final feliz, porque Franco misericordioso concede
un indulto a los presos, y ya se pueden incorporar a la normalidad. Este
final feliz es peligroso, porque no vivimos en un final feliz, ya que
aún no hemos roto con la dictadura”, manifiesta.
La postmodernidad lo estropeó todo
Precisamente, para este especialista, el gran problema de la narrativa
española en relación con la Guerra Civil tiene que ver con la
asimilación de las características de la postmodernidad y el
postestructuralismo que ya empezó en los sesenta. Esto es, con el fin de la Historia del que habló Francis Fukuyama en 1989
y la instauración de las democracias neoliberales. Como explica en el
ensayo, la postmodernidad señala que todo conflicto se ha acabado, que
ya no hay que preocuparse por nada y que nuestro presente es un mundo
feliz (y libre). De ahí que si no hay conflicto en el presente –y la
novela ante todo siempre narra un conflicto- hay que acudir al pasado,
pero trivializándolo o revisitándolo.
La novela que más acentúa estas características de la postmodernidad es Soldados de Salamina,
de Cercas. Según Becerra Mayor, esta novela “pone en práctica todos los
ideologismos del capitalismo avanzado: equidistancia, despolitización,
conflicto fratricida y negación del testimonio. Nos está negando la
fuente oral como una forma de acercarnos a la Historia. Es verdad que
todo sujeto tiene unos intereses y todo lo que cuenta va a estar
mediatizado, pero la labor del historiador es saber discernir qué parte
es la mediación y qué parte es Historia”.
Que esta
novela, además, fuera publicada en 2002 y ensalzada en los años
posteriores es para este experto una muestra del éxito del “revisionismo
que siempre ha caracterizado al PP, el de Pio Moa, Cesar Vidal o
políticos como Rafael Hernando. Cercas hace lo mismo, pero lo pasa por
el tamiz del postestructuralismo con ese el elogio a la opacidad, que es
tan postmoderno… No podemos conocer la realidad, pues vamos a
recrearnos en sus significaciones. Pero cuando ves qué hay debajo de ese
discurso literario, ves el mismo revisionismo que ha puesto en marcha
el PP en su última legislatura”.
La cuestión es por
qué se cae en el revisionismo o en la tendencia postmoderna del fin de
la Historia a la hora de contar la Guerra Civil. Por un lado, Becerra
Mayor señala que “los que son fascistas, porque lo son. En el caso de
los postmodernos, como Cercas, porque él pertenece a esa corriente
literaria. En el resto de casos, por el inconsciente ideológico, que
viene a expresar que casi siempre, cuando habla un escritor, no habla
por sí mismo, sino que está dominado por el inconsciente ideológico de
una época. En realidad, un escritor no hace novelas para inventar
ideologías sino para legitimar las que hay, que son las dominantes”.
De hecho, en este libro, prologado por Isaac Rosa, que publicó La malamemoria en 1999 y que después se autocriticó con Otra maldita novela sobre la Guerra Civil en 2007, Becerra Mayor recuerda que el propio escritor “en su primera novela reprodujo todos los postulados postmodernos y postestructuralistas. Hasta que no rompes contigo mismo no eres consciente de quién ha estado hablando por tu voz”.
En este sentido, en este ensayo sí se salvan algunos escritores que,
según Becerra Mayor, sí han ahondado en la guerra y la Memoria Histórica
con voz propia. Son los casos de Luna Lunera, de Rosa Regás, Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez y Los rojos de ultramar,
de Jordi Soler, ya que no caen ni en los mitos franquistas (República
como caos), la equidistancia de los dos bandos y desideologización y el
conflicto íntimo que despolitiza la masacre.
La Memoria Histórica viene de… Planeta
No sólo los autores han contribuido a una mala recuperación de nuestra
memoria. Buena parte de culpa la tienen las editoriales, que son las que
las han exaltado y en, algunos casos, con titulares que dan para la
reflexión, “como por ejemplo la novela de Manuel Maristany, La enfermera de Brunete, de la cual Planeta dijo en 2006 que eran la gran novela sobre la Guerra Civil, cuando es un relato totalmente fascista”.
En el periodo analizado por este ensayo, 1989-2011, es Planeta la
editorial que más obras ha publicado con esta temática. Hasta un 30% de
la producción editorial. “Esto debería hacernos reflexionar, ya que si
nuestra memoria histórica viene de Planeta, que labró su fortuna en la
posguerra por las amistades que tenía el propio Lara padre… De un
continente que crea contenidos no podemos esperar que esos contenidos
sean inocentes y neutros”, afirma Becerra Mayor.
Las
consecuencias, para él de esta moda literaria, son obvias:
adormecimiento y desactivación del lector. “Tendríamos que trabajar en
la construcción de un lector distinto, activo y crítico que sepa
enfrentarse a los textos, a la Historia… Que sepa sublimar la literatura
para problematizarla. Y estas novelas hacen todo lo contrario. Lo único
que hacen es pintar la Guerra Civil como un espacio muy lejano que nada
tiene que ver con el presente, lo cual es falso; y en segundo lugar,
con un discurso amable que no moleste demasiado al lector, que no le
haga pensar sobre nuestro pasado y presente, y en definitiva,
adormecerle”.
Ahora bien, ¿no podría alguien
rebatirle aduciendo que una novela es ficción al fin y al cabo y que el
lector quiere entretenerse? Becerra Mayor es consciente de esa crítica y
ofrece sus argumentos: “Entonces hemos entendido mal la literatura. En
tanto en cuanto es un discurso público, que puede movilizar o
desmovilizar, debemos exigirle algo más. Debe ser rigurosa y tener entre
sus objetivos contar la verdad. Y si no consigue esto tal vez debamos
preguntarnos si no debemos renunciar a la literatura. O construir una
literatura distinta”.
Paula Corroto // Publicado en eldiario.es (12 de marzo de 2015). Fuente: http://www.eldiario.es/cultura/libros/Guerra-Civil-todavia-narrada_0_365713812.html
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