Cuando Gulliver naufraga en Lilliput y con el tiempo llega más o
menos a integrarse en la vida social de ese pueblo habitado por seres
diminutos, se sorprende al descubrir que esas personas en apariencia
inofensivas se encuentran en guerra permanente con sus iguales que viven en una isla vecina, en Blefuscu. El enfrentamiento tiene su causa en el modo en que cascan los huevos:
unos deciden hacerlo por la parte gruesa, mientras que los otros lo
hacen por la parte superior del huevo, más estrecha. A los ojos de
Gulliver, el motivo que desencadena la guerra resulta absurdo. Como absurdas -extrapola el lector- son todas las guerras; las causas son siempre ridículas en comparación con las nefastas consecuencias de un conflicto bélico.
Sin embargo, lo que no cuenta la novela de Jonathan Swift
es que seguramente si Lilliput se enfrenta a Blefuscu no es por la
forma de cascar los huevos; la causa se encontraría en la necesidad de
conquistar el territorio vecino y expoliar sus riquezas. Los huevos no
son más que el pretexto para iniciar la guerra, el discurso ideológico
-o la trampa- que toda clase dominante requiere para legitimar una
guerra. Las guerras no son absurdas; al contrario, son siempre políticas.
'La Guerra Civil contada a los jóvenes', de Arturo Pérez-Reverte -publicada por Alfaguara e ilustrada por Fernando Vicente-, les hace a sus lectores la misma trampa que los liliputienses le hicieron a Gulliver. Despolitiza la Guerra Civil convirtiéndola en un absurdo,
como si el pueblo español, en guerra constante contra sí mismo, hubiera
iniciado una guerra por su vocación sempiterna de no saber convivir en
paz. La Guerra
Civil se describe como un absurdo, como si en vez de causas políticas
–la agresión del fascismo contra un Gobierno legítimo y democrático–
encontrara su motivo en la forma de cascar los huevos.
Una guerra fratricida
'La Guerra Civil contada a los jóvenes' nos habla de un absurdo -no de un conflicto histórico.
Desde el prólogo mismo se encarga su autor de desplazar cualquier
lectura histórica -política y social- de la guerra a favor de un relato
fratricida de la misma. "Todas las guerras son malas, pero la guerra
civil es la peor de todas, pues enfrenta al amigo con el amigo, al
vecino con el vecino, al hermano contra el hermano". No hay conflicto político, simplemente un enfrentamiento entre hermanos, supuestamente iguales.
Como decía el filósofo español -exiliado en México- Adolfo Sánchez Vázquez,
"al presentar la guerra como una guerra entre hermanos, igualmente
brutales o igualmente nobles, como si los agresores y los agredidos, los verdugos y las víctimas,
fueran igualmente culpables o inocentes, se pretende ocultar que la
sangrienta Guerra Civil le fue impuesta al pueblo español por el
fascismo nacional y extranjero, y que aquel, al resistir la agresión en
las condiciones más desventajosas, no hacía más que cumplir con lo que su dignidad exigía".
El relato fratricida borra, pues, las verdaderas causas que
determinaron el conflicto y asimismo diluye las responsabilidades de los
autores de la barbarie al presentar la guerra como un enfrentamiento
entre hermanos.
Del mismo modo, se subraya en el libro que
la guerra dio lugar a los llamados "móviles personales", esto es, que
"bajo pretextos políticos se realizaron robos y solventaron venganzas
personales". Estamos de nuevo ante un intento de mostrar la Guerra Civil
como un conflicto despolitizado donde los hechos no sucedieron por
cuestiones políticas sino que fue un escenario donde se escenificaron rencillas personales,
protagonizas por personajes movidos por el odio y el rencor. Llama la
atención que en un libro tan breve como este, se conceda tanta
importancia a sucesos que, como señala el historiador José Luis Ledesma,
"no parece que puedan explicar toda, ni siquiera una parte
considerable, una violencia que solo era posible en el marco de la
guerra". ¿Por qué -tendremos que preguntarnos- no se habla de las causas
políticas, que fueron las que en verdad desencadenaron la guerra, y sí
el libro se detiene en estos anecdóticos crímenes personales? Parece que
subyace un interés por borrar la historia de esta historia.
La Guerra Civil tuvo sin duda ese componente fratricida
que enfrentó a familias, hermanos, padres e hijos, e incluso a vecinos;
pero su lectura no puede reducirse a eso. No se puede negar que, en la
guerra, participaron sentimientos como el odio o la venganza, y deben
reconocerse como síntomas del conflicto,
pero no como elementos determinantes que lo originan. Confundir las
causas con las consecuencias, lo determinante y lo determinado, puede
provocar un falseamiento total o parcial de la historia. Y eso sucede en 'La Guerra Civil contada a los jóvenes' de Pérez-Reverte.
Visión teleológica de la República
El libro de Arturo Pérez-Reverte reproduce una visión de la República que coincide sobremanera con la que se encargaron de edificar los historiadores revisionistas
-y mucho antes, los mismos ideólogos del franquismo. La República se
define en el libro de Reverte como sinónimo de caos, de inestabilidad,
de conflicto constante en las calles. Todo ello para justificar “la
confrontación inevitable”. Según su descripción, la República estaba condenada a desembocar en una guerra civil.
La descripción de la República se hace desde su final; se ofrece en el
libro una definición teleológica que borra la sustancialidad o la
autonomía histórica del periodo republicano -que solo existe para
explicar la guerra, reduciendo la República a mera causa o antecedente.
Cuando se hace crítica literaria -y acaso no otra
cosa se debe hacer ante un libro de historia que en el fondo no hace más
que ofrecer una ficción de lo que fue la Guerra Civil-, es más importante leer los silencios que las palabras escritas. En el silencio se puede observar el compromiso del texto con el poder.
En
'La Guerra Civil contada a los jóvenes', llaman la atención sus
múltiples -y significantes- silencios. De la misma manera que el libro
se detiene a presentar el periodo republicano como un estado de caos
permanente, no dice ni una sola palabra de sus logros y reformas. Ni reforma agraria, ni voto femenino, ni reforma educativa aparecen en el libro. Ni una palabra.
Poner
silencio sobre este asunto no solo contribuye a que el lector
desconozca la verdadera historia de la República, sino que además sirve
al autor para presentar la Guerra Civil como ese absurdo que se propone
presentar: Reverte no muestra el golpe de Estado como una reacción de la
oligarquía ante las reformas republicanas, sino como el resultado de una tensión entre "dos fuerzas enfrentadas" -quienes
no se sabe muy bien por qué se enfrentan- que, por medio de un relato
equidistante que sobrevuela todo el texto, se reparten las
responsabilidades entre los dos 'bandos'. Pero, hay que recordarlo una
vez más, la República no era un bando, sino un Gobierno legítimo y
democrático. Entre víctimas y verdugos no hay simetría.
El final feliz de la transición
La importancia que el libro concede a la República no se la concede sin embargo al franquismo.
Suele ocurrir en muchos libros sobre la Guerra Civil, que incluyen en
un mismo volumen República y guerra, en vez de hacer lo que sería más
oportuno: Guerra Civil y franquismo
-donde sí existe una relación inmediata de causa/efecto. Los efectos
sobre el imaginario colectivo son evidentes: se vincula la Guerra Civil
-y las connotaciones negativas que carga el conflicto- con la República y
no con el franquismo. La estructura de un libro -y la distribución de sus temas- nunca es inocente.
Reverte apenas se detiene a explicar la dictadura.
Salta rápidamente de la Segunda Guerra Mundial y de la existencia del
maquis a la modélica transición. El libro termina con un final feliz
protagonizado por dos grandes hombres -el rey Juan Carlos y Adolfo Suárez-
que con grandes gestos decidieron traer la democracia a España. "España
-dice Reverte- se convirtió en una monarquía parlamentaria por decisión personal del rey Juan Carlos".
Ni una palabra más, ni una sola referencia a las luchas y a la
resistencia del pueblo español que sufrió torturas y cárceles por
pretender conquistar la libertad y la democracia; ni una sola palabra a
los héroes anónimos que, desde las calles y la clandestinidad, hicieron
posible que la correlación de fuerzas cambiara para que el régimen no
pudiera perpetuar su poder. Esos personajes anónimos son borrados de la historia
para convertir en héroe al monarca que heredó del dictador la jefatura
del Estado y que juró fidelidad a los principios del Movimiento.
La desconfianza hacia los jóvenes
El
libro de Reverte sobre la guerra civil está dirigido -lo dice el
subtítulo- a los jóvenes. Parece que Reverte anda, de un tiempo a esta
parte, preocupado por la adquisición de conocimiento de los jóvenes.
Sin embargo, más bien parece que lo que pretende es limitar su
conocimiento. Hace un año presentó a los jóvenes una edición recortada
de 'El Quijote' (que analizamos aquí).
Inquieta la visión que pueda tener Pérez-Reverte de los jóvenes. A
juzgar por el estilo de su texto, pareciera que cree que son limitados, incapaces de leer textos complejos,
con una extensión mayor que los 600 caracteres que, más o menos, ocupa
cada uno de los 30 capítulos del libro. Se intuye, en esta obra, a un
autor que desconfía de la inteligencia de sus lectores. Y, cuando eso
ocurre, el peor beneficiado es siempre el libro.
Por
otro lado, el libro no cumple su función didáctica. El libro habla de
grandes acontecimientos que tuvieron lugar en el transcurso de la guerra
-desde el caso Unamuno, hasta Guernica, pasando por algunas de las
batallas clave, como la de Brunete o la del Ebro-, pero nunca se indican las fechas.
El lector tiene que acudir a los anexos del libro y consultar la
cronología para poder ubicar en el tiempo histórico lo que está leyendo.
La historia desaparece de este ensayo histórico. Pero no es un descuido. Forma parte del proyecto de deshistorizar la Guerra Civil.
Al borrar las huellas históricas -las causas políticas y sociales que
determinaron la existencia de la guerra-, el lector saca la conclusión
de que los españoles se mataron por una causa absurda y ridícula como es
la de cascar un huevo por su parte ancha o estrecha. Pero la Guerra
Civil no fue eso, sino un golpe de Estado fascista que
reacciona contra las reformas -esas que no aparecen- que puso en marcha
un Gobierno legítimo durante la República. Arturo Pérez-Reverte nos ha
hecho trampa como le hicieron a Gulliver: nos oculta el verdadero móvil que hay detrás de una guerra.
Puede parecer que una guerra es absurda y que no es posible encontrar
explicación a la misma; pero sí es posible encontrarla, simplemente hay
que tener voluntad de querer hacerlo. En la historia, no en los huevos.
David Becerra Mayor // El Confidencial (11/11/2015). Fuente: http://www.elconfidencial.com/cultura/2015-11-11/perez-reverte-guerra-civil-contada-a-los-jovenes_1091187/
Estimado David Becerra
ResponderEliminarSoy un buscador y la verdad que el autor Pérez-Reverte es muy seductor y muy profesional. Pero cuando se trató de la guerra civil española, sentí que habia algo que no cuajaba y no me terminaba de convencer su visión. mas allá de toda la riqueza y profesionalidad, y un excelente talento del autor, noté una clara justificación al capitalismo, al poder político de este y así a la vez llevar algo político a lo espiritual y psicológico, que seguro se puede encontrar y se puede comprender, pero si "no justificar intereses económicos y cuestiones de clases sociales y sus evidentes intereses" y creo que esto si le está faltando al autor Pérez-Reverte.
Me alegra leer su crítica para que se puedan desencubrir y justificar una guerra civil que ha provocado que un Estado, en este caso el Español ataque al pueblo con la ayuda de otros estados como el aleman
Saludos cordiales
Daniel