ÁNGELA MARTÍNEZ FERNÁNDEZ // Hace tiempo descubrí
que las citas -no las románticas, sino las citas intertextuales, el acto
de introducir un texto entrecomillado dentro de otro- han sido
utilizadas por regla general a partir de un funcionamiento homogéneo que
las hace parecer a todas iguales, cumpliendo con la misma función de
collage literario dentro de los libros, los artículos, las reseñas…; no
obstante, descubrí también que dentro de este panorama general de
citación existe un espacio para las excepciones -y de eso trata este
libro al fin y al cabo-: mientras una gran mayoría de las citas
intertextuales han sido entendidas como recursos para aumentar el
panorama bibliográfico de sus autoras/es y nutrirse de textos
canonizados como fuentes inagotables de retórica, hay otro tipo de citas
que pasan desapercibidas en la amalgama textual. Son las ‘citas del
contagio’, aquellas que se insertan en los textos no para engrosar los
mensajes ideológicos más predominantes, sino precisamente para difundir,
a cuentagotas, una opinión diferente, un mensaje disidente, unas líneas
críticas con lo establecido…
“Mirad, la teoría está en el cuerpo. Os intento decir que la teoría entra por debajo de la piel y también está en los ojos. El mejor lugar de la teoría es cuando, porque la tienes, levantas los ojos y eres capaz de sostener cualquier mirada.” (Díaz, 2014: 110).
Esta cita pertenece a una obra titulada Panfleto para seguir viviendo,
que fue publicada en 2007 y reeditada en 2014 por La Oveja Roja. Lo
firma alguien bajo el seudónimo de Fernando Díaz y es exactamente una
cita del contagio. Estas líneas del Panfleto son, además, la esencia misma de la última obra coordinaba por David Becerra. Convocando al fantasma
(2015) es, precisamente, un libro en el que la teoría nos permite
levantar los ojos y sostener cualquier mirada, aunque sea esta la mirada
misma del capitalismo.
El libro, cuyo subtítulo hace referencia explícita a su contenido (Novela crítica en la España actual),
congrega voces muy diferentes y mezcla así teóricas y escritores en
torno a algunas de las novelas críticas españolas que recorren el
panorama actual. Rafael Chirbes, Ángel Basanta, Marta Sanz, Belén
Gopegui, Alfons Cervera, Eva Fernández, Francisco Fernández, Jesús
Peris, Matías Escalera, Francisco Álamo, Fanny Rubio y un largo
etcétera… Todas estas voces se sostienen sobre cuatro ejes o
ideas-fuerza que ya aparecen enunciadas en el prólogo y que el lector
podrá ir encadenando a medida que se adentre en los estudios
particulares que ofrece cada capítulo. En primer lugar, la enmarcación
socio-histórica desde la que se habla: el capitalismo avanzado como una
forma totalizadora de gobernar -y entiéndase gobernar como el acto de
poseer no solo las instituciones sino la propia constitución de los
sujetos, la subjetividad-:
La caída del muro de Berlín en 1989 y la desintegración de la URSS en 1991, fue el punto de inflexión que inauguraría el nacimiento del capitalismo avanzado. […] A partir de este momento, en el que el capitalismo se globaliza y logra convertir el mundo en mercado, nada escapa de la lógica capitalista, de su control. […] En la posmodernidad, el capitalismo se ha hecho naturaleza, se ha convertido en nuestra vida. El capitalismo es nuestro inconsciente ideológico. (8-10).
Dentro de este inconsciente ideológico que destruye la posibilidad de
imaginar alternativas, aparece la segunda idea-fuerza: la literatura en
el marco histórico de un capitalismo avanzado y globalizado que ‘se ha
hecho naturaleza’. “En el capitalismo avanzado, la literatura, y muy
especialmente la novela, queda reducida a mercancía, y su valor no es
mayor que el de cualquier otro objeto de consumo” (9). Pero, dice
Becerra, si la literatura queda reducida a mercancía no tiene más opción
que perder su carácter comprometido. “La consecuencia es la producción
de una literatura que algunos críticos han denominado light o kleenex,
no solamente por su carácter fugaz, perecedero, sino también por su
falta de compromiso y profundidad” (9). Sin embargo, y dado que el
término ‘literatura comprometida’ ha sido utilizado desde posiciones y
ámbitos muy diferentes, cabe precisar lo siguiente: no puede hablarse de
literatura comprometida sin preguntarse antes: con quién, con qué, para
qué y de qué forma se ‘compromete’. De manera que, después de
formularse estas preguntas, a lo que alude el libro es precisamente al
compromiso que ha adoptado la literatura con el capitalismo avanzado, no
con la corriente minoritaria que se opone, no con las alternativas,
sino precisamente con esa forma de entender las relaciones sociales y la
constitución misma del texto como un elemento más en la cadena de
producción capitalista. “El capitalismo se ha totalizado también en
nuestro inconsciente. Por este motivo, la novela española actual
reproduce y legitima -casi sin contradicciones- la ideología dominante
capitalista” (10)
De ahí que el tercer punto que subyace en el origen de esta obra esté
constituido precisamente a base de más preguntas -y, en concreto, de
una en particular-: “¿En un momento histórico en que el capitalismo
muestra su rostro más totalizador, que incluso ha hegemonizado nuestro
inconsciente, es posible producir una literatura que se enfrente o que
cuestione el capitalismo?” (10). Y ahora qué, viene a decirnos el autor,
si el capitalismo ha avanzado tanto y la literatura mayoritariamente
está puesta a su servicio, se ‘compromete’ con sus ideales… ¿Hay
alternativa?
La respuesta no puede ser sino afirmativa, porque siempre hay contradicciones; de lo contrario, sería imposible la transformación social y nos situaríamos, entonces, en el “Fin de la Historia”. Pero el “Fin de la Historia” no es más que un relato legitimador de la dominación capitalista: las contradicciones, por desplazadas que estén en el relato de legitimación, siguen existiendo […] queda espacio, por mínimo que sea, para una ideología que entre en contradicción con el sistema […] La pregunta, por lo tanto, no puede ser sino esta: ¿cómo se articula literariamente un discurso disidente? (10-11)
Y así, desde los interrogantes, se culmina con una respuesta que
podría tildarse de esperanzadora para todo aquel que no quiera ver cómo
la literatura se sigue homogeneizando en la dinámica del capital. A
pesar del discurso totalizador, la novela crítica actual tiene lugar en
el seno del capitalismo avanzado al que cuestiona y desde ahí
precisamente plantea un verosímil diferente con espacios narrativos que
abren nuevos sentidos. La aparición o sencillamente la existencia de
esta novela crítica actual que aparece como un acto narrativo disidente
podría entenderse a partir de lo que el teórico David Harvey llamó la
“destrucción creativa”. Harvey entendía la destrucción creativa como uno
de los elementos que se encuentran en el origen mismo de la doctrina
capitalista: destruir para después construir algo nuevo sobre aquello
que ha sido destruido. Es, por ejemplo, lo que ocurre con las
identidades y con la privatización, el neoliberalismo destruye las
identidades sociales para dar paso a una identidad individual basada en
la lógica de la empresa y, al mismo tiempo, destruye el sector público
para abrir el terreno al sector privado. Ahora bien, dentro de esas
destrucciones creativas tiene lugar también la emergencia “inesperada”
de respuestas críticas. Del mismo modo que ante la privatización y la
individualización surgen movimientos sociales que abogan por una
práctica social “en, desde y para lo común”, el capitalismo avanzado no
solo produce novelas que se comprometen con sus dictámenes sino que
dentro de las destrucciones creativas que lleva a cabo también surgen
novelas críticas. De ahí que el coordinador de la obra destaque -y así
lo corroboran todos los capítulos- el hecho de que todas estas novelas
nacen desde una premisa básica: la concepción de la escritura como un
acto público de responsabilidad. “Una novela crítica, disidente o
contrahegemónica, no puede concebir el uso público de la palabra como
privilegio sino como una responsabilidad con la que se debe contribuir
al desarrollo del conjunto de la sociedad” (11-12).
No obstante, y dado que el presente libro es lo suficientemente
extenso como para que los lectores puedan leer acerca de novelas,
escritores y teóricas muy diferentes, no resultaría esclarecedor que
tratáramos de definir aquí cómo es o cómo no es una novela crítica
-dando pautas descriptivas que, más que ayudar, entorpecerían la
compresión-, porque como dice el coordinador: “Más allá de los debates
sobre el contenido y la forma que debe experimentar una narrativa
crítica -qué se escribe y cómo se escribe- se trata de trabajar el
sentido: cómo, quién y desde dónde se construye nuestra vida, nuestra
subjetividad, nuestro inconsciente.” (14)
Por ello, en definitiva, de lo que trata esta obra es de la necesidad
que sienten las novelas críticas actuales de “poner una sábana encima
de lo invisible, del espectro, como sucede en los dibujos animados, para
encontrar al fantasma” (19), al fantasma del capitalismo avanzado que
se ha hecho naturaleza y se esconde. Es una obra colectiva que no solo
proporciona las herramientas teóricas para que los lectores miren a la
cara al fantasma, sino que es, también, un contagio en sí misma…
Ángela Martínez, "Convocando al fantasma", La Marea (9/02/2016). Fuente: http://www.lamarea.com/2016/02/09/81610/
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